Miedo al pasado

Ah, el miedo a volver a los lugares donde viviste! Es como si esos sitios tuvieran una memoria propia y estuvieran esperando para recordarte todas las cagadas que hiciste. Imagínate ir a tu antiguo barrio y que las farolas te miren con cara de «¿En serio? ¿Otra vez tú?».

Volver a la casa donde creciste es como entrar en una máquina del tiempo, pero en lugar de llevarte a un futuro brillante, te lleva a esos momentos horribles de la adolescencia. ¿Recuerdas cómo intentabas impresionar a la niña del Irubide  y terminaste tropezando con tus propios pies? Pues esa acera sigue ahí, riéndose de ti.

Ah, el miedo a volver al pasado

Y ni hablar de los vecinos. Esos seres míticos que parecen no envejecer y que siempre tienen una historia embarazosa que contar sobre ti. «¡Mira quién ha vuelto! ¿Te acuerdas cuando Pipo se meaba en el ascensor?» Sí, señora Carmen, gracias por recordármelo… otra vez.

Luego está el parque donde solías jugar. Ahora parece más pequeño, pero en tu cabeza  sigue siendo el escenario de tus grandes aventuras. Claro, hasta que ves a los niños de hoy en día con sus patinetes eléctricos y te das cuenta de que tu espada de madera  no era tan impresionante como pensabas.

Y el kiosco  de la Gila , donde comprabas pipas con las perras  que encontrabas en el sofá. Ahora el dueño te mira con sospecha, como si fueras a robarle los caramelos. «Solo estoy aquí por nostalgia, lo juro», piensas mientras intentas no parecer un ladrón de golosinas.

El colegio… ¡ay, el colegio! Ese lugar donde aprendiste que la vida no siempre es justa. Volver a pasar por sus puertas es como enfrentarte a un tribunal de tus peores decisiones de moda. «¿Por qué llevabas esos pantalones tan cortos?» te preguntas mientras intentas no hacer contacto visual con los pupitres.

Y finalmente, tu antigua habitación. Ese santuario de posters de bandas que ya no existen y diarios llenos de dramas adolescentes. Entrar ahí es como abrir una cápsula del tiempo llena de vergüenza. «¿De verdad escribí eso?» Sí, sí lo hiciste.

Así que, sí, volver  donde viviste puede ser aterrador. Pero también es una oportunidad para reírte de ti mismo, más todavía,  y ver cuánto has crecido. Y quién sabe, a lo mejor esta vez no te tropieces con esa acera. ¡Ánimo!

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1 comments

  1. Lapata
    30/07/2024 at 22:38 — Responder

    Me encanta

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