Ayer estaba yo hablando con mi amigo Felipe por teléfono y llevaba un buen rato contándole no sé qué historia. Al cabo, me pareció que hablaba solo, porque de Felipe no se oía ni la respiración. Le di un grito que pareció despertarle de su letargo me contestó asustado “ ¡estoy aquí! “. Entonces le expliqué, echando mano de mí erudición lingüística, se dos o tres cosas, pero las aprovecho muy bien.
Le expliqué, que hay una función en la lengua que se llama fática o de contacto. La cuestión es la siguiente: cuando no ves a tu interlocutor, es necesario que éste emita algún sonido que demuestra que está escuchando, por ejemplo: “ vale, sí, Aja “. De esta manera, uno se da cuenta que no es la voz que clama en el desierto.
Reverso
Pero eso me llevó a pensar que esa función tiene también su reverso, consistente en demostrarle al otro que estás allí, pero en realidad no lo estás.
Por ejemplo: llevo media hora contándole a mi mujer mis experiencias taurinas, por otro lado inexistentes, ella asiente con la cabeza, pone ojos de sorpresa, lanza alguna afirmación de vez en cuando, pero resulta que cuando paso de hablar de los toros a hablar del cambio de marchas de un Simca 1000, sigue teniendo la misma actitud, o sea que no prestaba atención ni a los toros ni al Simca. De cuerpo presente está, pero la cabeza debe volar por el hemisferio sur.
No te creas que esta acción afecta solo a mi mujer, afecta al mundo en general. Yo mismo he sido capaz de poner cara de atención en una charla y a la vez dormirme con los ojos abiertos.
Es más, estoy seguro que a estas alturas del texto, alguno lo está leyendo en diagonal mientras piensa ¿Pero de qué coño escribe este tipo?