De las películas americanas he aprendido mucho, tanto, que cuando viajé a Nueva York todo me resultaba tan familiar que me pareció estar en mi casa delante de la tele viendo cualquier película de policías en Manhattan
Del asfalto salía humo, como en las películas. Como en las películas, en cada esquina había un camión de perritos calientes, de comida china, mexicana, peruana, japonesa, indú. Los americanos comen y beben en la calle. Tan familiar me parecía todo que me dirigía a los yankis en español lo que producía en general cara de: estetipolatinodequecoñova.
Las cocinas
Esta manera de comer me hace todavía más inexplicables las enormes cocinas de las casas americanas, que sólo sirven, según las películas, para hacer tres cosas: huevos revueltos, ensaladas en bol gigante y pavo en Acción de Gracias.
Eso sí, también comprobé que todo lo de las pelis no es verdad. Por ejemplo, llega el bueno con su coche por la Quinta Avenida y aparca al lado de la joyería en la que le compra un pedrusco a la buena. Pues no es verdad. No se puede aparcar ni con recomendación.
Beber güisqui en casa
Las películas, además de contar historias, transmiten ideas y costumbres que influyen en tu comportamiento. Entra el americano en su casa. Generalmente, abre la puerta sin llave, y nada más abrir, se sirve un lingotazo de güisqui que tiene convenientemente dispuesto en un mueble de la entrada. Avanza hacia el salón, con el vaso esmerilado en la mano, mientras mira la correspondencia que lleva en la otra, a la vez que dice aquello de «darling, tomemos una copa»; otra.
Costumbres
Me quedé prendado de esa costumbre tan cosmopolita y decidí echarle güisqui a mi vida.
Llegó mi cumpleaños. Mi mujer me preguntó por mi regalo y yo le pedí un frasco de cristal y vasos esmerilados, además de un armario licorera para la entrada de casa. Me miró con cara de ¡cómo nos pone las cabezas el Señor!. Y no hubo más.
Llegado el día, apareció en casa el frasco más chino que el arroz, con cuatro vasos. De armario nada, por supuesto. Da igual, yo sigo con mi empeño. Llené el chino con buen güisqui y lo puse junto a los vasos. Como no era posible en la entrada, lo situé en la cocina, que está cerca.
El primer día
El primer día de la era güisqui entro en casa. Para empezar tengo que usar la llave. Con una mano abro la puerta, en la otra llevo la bolsa del pan y una red de naranjas a 2,80€ el kilo. Cierro la puerta, mi mujer me dice desde la otra punta de la casa: «Quítate esos zapatos», me los quito. Suelto la bolsa, las llaves, el pan, las naranjas y voy por mi güisqui cosmopolita.
Pongo figura de Daniel Craig mientras lleno mi vaso esmerilado. Justo entonces se acerca mi mujer y le digo. «Cariño: (darling en V.O.) ¿quieres un copa?. Me mira con cara de estetipolatinodequecoñova, y me dice: «Anda, quítate esa ropa que estás pingando”.
Y no hubo más, ahí terminó el beber güisqui en casa.