El efecto 3.000

En el año 2999, la humanidad ha alcanzado la perfección. La tecnología contribuye a que el ser humano consiga todas sus metas; la investigación médica ha logrado para la especie la excelencia: la inmortalidad. La enfermedad, la vejez y la muerte pertenecen al pasado, y la vida eterna forma parte de la historia del mundo.

La superpoblación hace tiempo que dejó de ser un problema gracias a la colonización intergaláctica. En 2565, una patrulla intelesterar descubrió el primer planeta en los aledaños de la galaxia. Y rememorando a los históricos conquistadores recibió el nombre de Amstrong.

En el año 2999 la humanidad consigue la vida eterna

Desde aquel año, ya son más de 300 asteroides habitables y por los que se distribuye la población con una vida plácida, sosegada y placentera. Y, hasta aquí, esta existencia gloriosa y sin sobresaltos porque sobre la humanidad se cierne una maldición que, hasta ahora, nadie presentía ni sospechaba, pero el cambio de siglo desencadenará: el efecto 3000.

Desde hace meses, los más sabios de la galaxia trabajan para combatir el anatema nacido de la bendición de la eternidad: al traspasar de año y de siglo, la humanidad olvidará sus recuerdos. Y estos mismos ilustrados vaticinan una existencia vacua, sin atractivo. Los momentos valiosos de la vida de las personas desaparecerán en el instante que se originan y el ser humano renunciará a serlo.

Voz de alarma

Alejada de los eruditos, una científica, Alana, trabaja desde hace meses en un rincón del asteroide Cortés para neutralizar el efecto 3000. De hecho, ella dio la voz de alarma al notar en sí misma los primeros síntomas. Contactó con el Consejo de Sabios, que la tacharon de perturbada, la expatriaron y la condenaron al exilio en el Hernán Cortés, la nebulosa más apartada de la galaxia. Sin embargo, Alana prosigue con su empeño e investiga para descubrir una solución.

Ahora, la noche en su hogar de esta remota estrella es perenne, el frío glacial y la compañía imaginaria. Nada le distrae, pero sus esfuerzos concluyen en fracaso. Busca un patrón que explique el efecto 3000 para hallar el antídoto, pero continúan sus fiascos. Al concluir el día, se tumba en su futón, cierra los ojos y rememora su pasado como única fórmula de preservarlo, y su mente repite: Quillo, hipocorístico, José Santiago Castelo, Granja de Torrehermosa. Agustinazo y Carpathia. Nombres sin sentido que se transmitieron en su familia desde el siglo XXI.

Y, al realizar ese ejercicio nemotécnico, encuentra la solución: una conexión emocional intensa con sus experiencias resistirá al efecto 3000 y evitará la amnesia colectiva.

Su investigación la llevó a la conclusión de que no era suficiente vivir eternamente; lo que realmente importaba era la calidad de los momentos vividos, la profundidad de las experiencias que llenaban el alma.

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