Hay ocasiones en las que nos quejamos sin mucho sentido: «¡Vaya mañanita. Yo pierdo las llaves y a ti se te muere el padre!».
Ese tipo de preocupaciones pueden llevar a cualquier persona a la parálisis, al desasosiego o al desequilibrio. Para unos, perder las llaves es tan gordo como la muerte de un padre o madre.
La mujer de la fotografía tiene 6 dedos en una mano. Eso es para preocupar.
La acreditada psicóloga de la Universidad de Kelvinator, doctora Madelene Magefesa, ha clasificado las preocupaciones según su etiología:
1.- Preocupación a distancia. Mi abuela se levantó angustiada porque la radio, que escuchaba desde las 5 de la madrugada, había informado que el tren de Vigo llegaba con media hora de retraso. Mi abuela, que murió con 98 años, jamás fue a Vigo, ni intenciones tuvo, y su vida transcurrió a 1.000 kilometros de la ciudad gallega. De modo que, ¿por qué le preocupaba el retraso de aquel tren?. Porque no tenía ninguna otra.
La doctora Magefesa sostiene que la preocupación se comporta como un fluido que tiende a llenar los espacios vacíos. De ahí, que en determinadas circunstancias, como las de mi abuela, la ausencia de una real preocupación se rellenara con el retraso del tren de Vigo.
2.- Preocupación sobrevenida. Una vez resulto el problema, te lamentas amargamente, por lo que hubiera pasado de no haberlo solucionado. A mi amigo Benedicto se le averió el coche. El diagnostico no podía ser peor: rotura del motor. La reparación era costosísima y el problema serio. Necesitaba el coche para trabajar. Muy agobiado, le contó el asunto a otro mecánico quien arregló la supuesta rotura con un chicle. Le cobró 20€ y un pincho de tortilla.
Benedicto, en lugar de relajado y alegre, estuvo preocupadísimo una semana después por lo que pudo haber sido y no fue. Pensaba en el dineral que le habría costado y los problemas en el trabajo. Por más que le dijeras que todo estaba solucionado, siguió sufriendo con el recuerdo. Un claro ejemplo de preocupación sobrevenida.
3.- Preocupación internacional. A veces, tu círculo inmediato se queda pequeño y en ese caso hay que expandirse por la galaxia. Son las preocupaciones internacionales o international concerns, en palabras de la doctora Magefesa. En esta modalidad, el sujeto se agobia por la situación de Sudáfrica o las relaciones de Mercosur. Es un grado bastante avanzado de falta de problemas reales, al que se llega desde un proceso de vagancia y siesta permanente. Se da, principalmente, entre los jubilados y estudiantes ociosos.
4.- Preocupación de futuro. Mi ex me hablaba con frecuencia de su disgusto por un futuro en soledad. A sabiendas que las mujeres viven más que los hombres. Intentaba consolarla con la promesa de no morirme hasta que a ella le viniera bien. Eso no la tranquilizaba, al contrario ahondaba su pesar. Cuanto más insistía yo en no morirme, peor se encontraba ella. Cuando se fue con el santanderino lo comprendí: no estaba preocupada por su futuro en soledad, lo que la traía por la calle de la amargura era la posibilidad de que no me muriera antes que ella. Creo que por eso se largó y así mató dos pájaros de un tiro.
En resumen: las tesis de Madelene Magefesa se puede resumir en que ante la falta de preocupaciones reales, el cerebro humano busca otras con las que llenar el vacío angustioso, y sólo algunas personas son capaces de discernir la putada real de la imaginada. Yo por ejemplo soy una de ellas. Ahora tengo un enorme y real preocupación: no sé cómo acabar con este texto. Lo mejor será darle fin sin más y fuera preocupaciones.
2 comments
17/05/2024 at 21:57 —
Me emociono e identifico con el sobrevenido. Nadie debe apropiarse de mi ansiedad.
(falta un que)
20/05/2024 at 23:07 —
Está doctora es una erudita sin duda alguna, yo no conozco el futuro y sin embargo me preocupo tanto por mí como por el planeta: diagnosticado preocupación futura e internacional