Inevitablemente oía la conversación telefónica que se produjo a 50 centímetros de mi oreja. Por mucho que lo intentara, no pude dejar de escuchar. La persona en cuestión narraba a su interlocutor las dificultades que tenía para comunicar con él. Que si llamaba y comunicaba, que si llamaba y no cogí el teléfono, que si se le oía lejísimos, que qué ruido. «Pues marca tú, a ver si se oye mejor». «Me voy a cambiar de compañía. Esta es una mierda». Y así transcurría la conversación, que termino con la siguiente pregunta: «¿Bueno, pero qué querías contarme?». Hubo una pausa y se oyó al otro que decía: «No sé, se me ha olvidado. Te volveré a llamar cuando me acuerde».
Diez minutos para no decirse nada. Extraña manera de comunicarse.
Otro caso es el de las personas que te terminan la última palabra de la frase o la frase entera. No sé si porque se aburren de oírte, si porque no quieren que te canses hablando o porque directamente leen tu pensamiento. Cogen tu supuesta última palabra y la dicen ellos.
Tengo muchos amigos (as) en mi entorno leedores de pensamiento. Por ejemplo, digo yo: «Estoy pensando si irme a pasar unos días a…» «la playa con tu gata», termina la frase la leedora.
«No», digo yo. «Estoy pensando si me voy a pasar unos días a un monasterio para no oírte más».
Otra extraña manera de comunicarse.
Seguro que hay muchas formas raras de comunicación. Un día escribiré hasta aburrir al que lo lea. Hoy no.
Es sabido que la gestualidad es tan, o más importante, que las palabras a la hora de comunicarnos. Según estudios de la Universidad de Kelvinator, los indígenas mediterráneos somos mucho más de gestos que los indígenas teutones, pongamos por caso. Así, un tío de Murcia mueve mucho más las manos al hablar que un vienés, que cuando charla parece manco.
He conocido dos tipos de personas gesticulantes: las gesticulantes espejos y las gesticulantes totales.
Las primeras se enlazan con las leedoras de pensamiento. No son abundantes, pero sí muy llamativas. Mi amigo Javier es un buen ejemplo. Tú te pones a hablar con él y este gesticula por ti: mueve las manos, arquea las cejas, frunce el ceño, conforme tú vas pronunciado tu discurso. Es muy descansado para el que habla, pero agotador par el interlocutor espejo.
El otro caso es el de las personas que no necesitan interlocutor para gesticular. Yo no lo he visto nunca, pero me juran que existe. Se trata de aquellos que mientras escriben o leen un correo o, preferentemente, un wassap ponen caras de asombro, enfado, risa o cualquiera otra manifestación gestual, que si bien está justificada cuando tienes al otro en frente, resulta de lo más raro cuando lo que tienes en frente es una pantalla.
Tendrías que ver mi cara ahora mismo.
4 comments
04/05/2023 at 09:01 —
ahí le has dado
29/06/2023 at 08:52 —
Has pensado en editar un libro? Me parece muy buenos
29/06/2023 at 12:20 —
Pos estaría bien
06/10/2023 at 09:48 —
Qué cosas