La ciruela humana


Desde niño, Gregorio siempre se sintió un poco fuera de lugar. No era que no encajara en la sociedad, sino que sentía una extraña conexión con el mundo natural que lo rodeaba. A medida que crecía, esta sensación se intensificó, hasta que un día, al mirar su reflejo en un charco, creyó ver la piel suave y brillante de una ciruela madura.


Al principio, lo atribuyó a su imaginación, a un juego de luces y sombras. Pero la idea se aferró a él con una fuerza inexplicable. Comenzó a sentir picazón en la piel, como si estuviera madurando, y su apetito se redujo a un anhelo insaciable por el azúcar y la humedad.


Sus amigos y familiares notaron el cambio. Su piel se tornó de un tono violáceo, y su cuerpo adoptó una forma más redondeada. Intentaron llevarlo al médico, pero él se negaba, aterrorizado de que lo internaran en algún extraño laboratorio donde lo estudiaran como a un bicho raro.


Con el tiempo, Gregorio se aisló por completo. Se refugió en un árbol frutal, donde pasaba horas inmóvil, sintiendo el sol en su piel y el viento meciendo sus ramas. Los pájaros se posaban sobre él, picoteando su piel con curiosidad. Gregorio no sentía dolor, solo una extraña sensación de bienestar.


Un día, una tormenta de granizo cayó sobre el huerto. Las piedras golpearon su cuerpo con fuerza, dejando pequeñas marcas en su piel. Gregorio sintió un dolor agudo, un dolor que lo devolvió a la realidad. Se dio cuenta de que, a pesar de su transformación, seguía siendo humano, con todas sus fragilidades.


Bajó del árbol y regresó a su casa. Se miró en el espejo y vio a un hombre viejo , con la piel marcada por el tiempo y las heridas. La ilusión de ser una ciruela se había desvanecido, dejando tras de sí una profunda tristeza.


Gregorio nunca volvió a ser el mismo. A partir de ese momento, llevó una vida solitaria, contemplando el mundo desde una perspectiva que nadie entendía, hasta que un día aciago lo encontraron muerto dentro de un frasco de mermelada de ciruela.

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2 comments

  1. Marcos
    02/12/2024 at 11:17 — Responder

    Pues sí, era una auténtica ciruela. En tu escrito veo una referencia quizá al deterioro que ejerce la propia vida sobre el cuerpo y la negación de la mente a admitirlo a partir de un momento dado, a cierta edad. Puede verse quizá (es mi opinión y me equivocaré) como una alegoría al final que a todos nos espera, a unos antes que a otros, pero que irremediablemente nos conduce hacia ese frasco de mermelada…
    Te invito a pasarte por mi blog y comentar lo que desees.
    Saludos cordiales.

    1. Pepógrafo
      02/12/2024 at 11:55 — Responder

      Muchas gracias

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