¡Qué sí, chico!; que ya sé que llego tarde, pero, qué quieres. Este ayuntamiento cada día lo pone más difícil y mis piernas ya dan para lo que dan. En fin, no perdamos el tiempo en reproches y al grano.
Te hago un repaso rápido de la semana. A Bruno le ha tocado la lotería. No, hombre, no. No me refiero a la de dinero, sino a que, por fin, ha decidido dejar a esa pelandusca. Ya sabes que nunca me gustó, pero él se empeñaba y no veía más allá de ese cuerpo bonito y esa sonrisa cameladora, pero cínica.
Le avisé porque a mí no me engañó. Ya le dije que nos daría un disgusto y así ha sido. Parece ser que llevaba un tiempo liada con un amigo de nuestro hijo y que todo el mundo lo sabía menos él.
Al final, se ha enterado y la ha puesto de patitas en la calle. Yo ya descanso. Sí, sí, ya sé que ahora toca cuidar de Bruno, apoyarlo, mimarlo y ayudarlo a superar este traspié. ¡Ay, si estuvieras aquí! Todo sería más fácil.
Entre hombres las cosas se llevan de otra manera, pero claro tú, como siempre egoísta, decidiste que para qué seguir viviendo, que ya me encargaría yo de todo, una vez más.
Pues ya ves, sí, me las apaño bien y te necesito para poco, pero… En fin, que me cierran el cementerio y me quedo dentro.
Braulio, hoy no te he traído flores porque la pensión da para poco. A cambio, he limpiado la tumba que, ¡hay que ver!, estas palomas lo que ensucian.
Por cierto, a ver si otro día estás más hablador, que hasta la conversación la llevo yo.