Tantos años detrás de las inmundicias humanas le habían convertido en una de ellas.
40 años persiguiendo la negrura del alma habían ensombrecido la suya. Hacia tiempo que no se reconocía. Hasta su vestimenta y sus actos delataban su oficio y la oscuridad de su corazón.
Durante muchos años, trató de abandonar ese tormento, pero la rutina le había convertido en un personaje de esa cochambre contra la que combatía.
Por el día, perseguía la infamia y la ignominia del hombre, y por la noche cometía truculentas, monstruosas y brutales acciones.
A la espera de que alguien pusiera fin a sus actos, todos los días al caer la oscuridad, cuando los ciudadanos disfrutaban del calor de la familia, liquidaba a algún desventurado solitario o despistado que se le cruzaba.