Médicos de familia, desastre seguro

Cuando alguien le preguntaba a mi padre por sus hijos, él contestaba orgulloso: «Tengo dos hijos médicos y el chico». El chico soy yo y juro que contestación que daba mi padre no me dejó traumatizado para toda la vida. Mi psicóloga dice que sí, pero mi psicóloga no conoció a mi padre.

Salvada la cuestión traumática, quiero contar para qué sirven los hermanos, primos, sobrinos médicos en la familia. No sirven para nada. O mejor, para nada bueno.

Mientras son estudiantes, llenan la casa de huesos amarillentos que yo encontraba en un cajón. Que si una tibia, que si un peroné, que si un cráneo con cuatro dientes. Una vez apareció en casa la calavera de conejo con todos sus huesos escritos cual mapamundi de escuela. Ignoro si los médicos estudian conejos.

Huesos

Llevan por el pasillo la bata blanca debajo del brazo para darse importancia, llenan la casa de librotes pesadísimos y hablan entre ellos en galeno como sí supieran lo que dicen. 

Como consecuencia de la inflación libresca te pones a curiosear sus páginas. El resultado de la curiosidad no puede ser peor. Acabas teniendo todos los síntomas que lees en los puñeteros manuales.

este es el médico que imaginaba mi padre cuando le preguntaban por sus hijos

Merece la pena contar una enfermedad que descubrí en esos libros y que pensé que yo padecía. El caso es que un día, mirando lo santos de aquellos manuales, me llamó la atención una fotografía en la que se veía un hombre, por la apariencia hindú, que usaba sus testículos como atril para escribir. Tenía unos huevos del tamaño de sendas sandías de regadío. Inmediatamente miré los míos y me pareció ver que diferían en tamaño uno del otro. Durante días soñaba que acabaría de escribano en la India con unos huevos de avestruz. El susto me dejó blanco y estuve semanas vigilando mis partes. Afortunadamente, todo quedó en falsa alarma.

Bien. Llega el día en que los dos hijos son médicos y el chico, que ya es grande, sigue siendo el chico. Los años pasan y de vez en cuando tienes alguna consulta médica que hacer. Y, ¿a quién vas a consultar? A tus hermanos.

Hermano, me duele aquí. Eso no es nada. Hermana, me he saltado un ojo. Ponte manzanilla. Hermano, tengo un bultito. Trae el cuchillo que lo quitemos.

Al final intentas estar lo más sano que puedes con tal de no sufrir los fraternales diagnósticos. 

Para ellos nunca tienes nada. ¡Menos mal que no soy el hindú del atril!.

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3 comments

  1. Eduardo
    13/12/2024 at 11:59 — Responder

    Totalmente de acuerdo con tu psicóloga

  2. Flossy
    14/12/2024 at 16:55 — Responder

    Muy buen post y que buen análisis (valga la redundancia).

    1. Pepógrafo
      14/12/2024 at 16:57 — Responder

      Muchas gracias

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