Mientras lees esto yo estoy en el quirófano. Si salgo vivo escribiré más, si la palmo no creo que pueda hacerlo. Así que por si acaso me despido con un beso para todos. Uno para cada uno.
La verdad es que no me apetece nada eso de que te quiten cosas del cuerpo. ¿Quién inventó eso? ¿No podían simplemente darme una pastilla y listo? Pero no, aquí estamos, preparándonos para que me rebanen el cuello. ¡Qué emocionante!
Mientras lees esto, mi cabeza va a su bola y no puede evitar divagar. ¿Qué pasará si al cirujano se le va el bisturí? ¿Me convertiré en el próximo Frankenstein? ¿O tal vez en un personaje de alguna serie de zombies? Y lo más importante, ¿quién se quedará con mi bicicleta? Esa bicicleta que tanto amo y que me ha llevado en tantas rutas.
Y luego está el tema de mi ex. Esa mujer que siempre aparece en mi cabeza en los momentos más inoportunos. Me pregunto si me mandará alguna lata de melocotones al hospital. Porque, claro, nadie dice “recupérate pronto” como una lata de melocotones. Aunque, pensándolo bien, tal vez me mande una lata de sardinas que me dan acidez, solo para fastidiar. Conociéndola, todo es posible.
Hoy me operan. Me he despertado con una mezcla de nervios y resignación. Visto con esa bata ridícula que deja al descubierto el culo. Mis deudos futuribles me dan ánimo y me aseguran que en un par de horas habré salido del quirófano. Lo que no me aseguran es en qué estado.
Finalmente, llega el momento. Me llevan a la sala de operaciones. En la camilla siento frío, el mismo que transmiten las luces del techo. Me pregunto por qué no pintan paisajes en los techos de los hospitales, harían mucho mas agradables los paseos en camilla. Y me encuentro con el cirujano. Un tipo simpático, aunque no puedo evitar fijarme que tiene un ligero tic en el ojo. ¡Cojonudo, justo lo que necesitaba para tranquilizarme!.
Me ponen la anestesia y, mientras me voy quedando dormido, pienso en mi bicicleta. ¿Estará bien? ¿La cuidarán como se merece? Y, por supuesto, en los melocotones. ¿Llegarán a tiempo? También pienso en ti, siempre pienso en ti.
El final supuesto de esta historia
Despierto en reanimación con un dolor de garganta que podría rivalizar con el de un cantante de jota después del Pilar. Pero, ¡estoy vivo! Y eso ya es un logro. El cirujano, con su tic, me dice que todo ha salido bien y que los “malos humores” han sido eliminados.
De vuelta en casa, me encuentro con una sorpresa. Una caja de melocotones en almíbar en la puerta. ¡Mi ex ha cumplido! Aunque, al abrirla, descubro que también ha dejado una nota sarcástica. “Para que te endulces la vida”, dice. ¡Ah, el amor!.
Y en cuanto a mi bicicleta, resulta que Benedicto la ha estado usando para ir a comprar el pan y Paco la anduvo probando por si era de su talla. Por lo menos no ha terminado en el desguace. La recupero y prometo no volver a dejarla desatendida.
Mientras lees esto yo estoy con el cuello rebanado, pero con los malos humores fuera de mi vida. Y, quién sabe, tal vez esta experiencia me haya enseñado algo. Como, por ejemplo, que siempre hay que tener un seguro de bicicleta y que los melocotones en almíbar pueden ser un buen consuelo después de todo.
7 comments
16/09/2024 at 08:57 —
Hay que tener …. Para escribir esto hoy y ahora
17/09/2024 at 16:27 —
Haber estudiao
16/09/2024 at 13:20 —
Es el que más me ha gustado de todos tus escritos
17/09/2024 at 16:25 —
Usted que me quiere bien
17/09/2024 at 22:53 —
Don Julio.
Esa es la actitud!!!!
Vaya líneas que te has marcado!!
Espero leerte más veces ya que el azar ha querido que me tope hoy contigo.
Un abrazo!!!
18/09/2024 at 01:03 —
Muchas gracias
19/09/2024 at 21:29 —
No se si es real o un cuento, el caso es que leo los comentarios y me dijo: coñe es verdad a Julito le han operado, pero la primera vez que lo ley, y por cierto me gusto, se trataba de un relato sarcástico como usted, pero estoy comprobando que además de ser un relato es una historia real.
Deseo que estes bien, que hayas recuperado la bicicleta y te compraré un tarro de cristal para que hagas melocotones en almíbar. Un beso grande. Lapata