Te quiero, pero no te quiero. Eres como ese plato de comida que está en la nevera desde hace semanas. Sé que está ahí, pero no tengo ganas de comerlo. Eres como ese programa de televisión que siempre está en la guía, pero nunca me animo a verlo. Eres como ese par de zapatos que compré en oferta y que nunca uso porque me hacen daño en los pies.
Te quiero, pero no te quiero. Eres como ese chiste malo que siempre cuento y que nadie entiende. Eres como esa canción pegajosa que no puedo sacarme de la cabeza, pero que me hace querer arrancarme los oídos. Eres como ese libro que tengo en la mesita de noche y que nunca termino de leer.
Te quiero, pero no te quiero. Eres como ese vecino ruidoso que siempre pone la música a todo volumen a altas horas de la noche. Eres como ese mosquito que zumba en mi oído cuando intento dormir. Eres como esa película aburrida que todos aman, pero que a mí me parece un completo desastre.
Te quiero, pero no te quiero. Eres como ese juego de mesa al que todos quieren jugar, pero yo prefiero quedarme en casa viendo Netflix. Eres como esa fiesta a la que todos van, pero yo prefiero quedarme en pijama comiendo helado.
Te quiero, pero no te quiero. Eres como ese mensaje de texto al que nunca respondo porque no sé qué decir. Eres como esa llamada perdida que veo en mi teléfono y decido ignorar. Eres como esa persona a la que le digo “nos vemos pronto” sabiendo muy bien que nunca más nos veremos.