Su vida eran los libros. Su vida estaba en los libros. De la mañana a la noche, los libros ocupaban su existencia.
En unos encontraba la aventura; en otros, el conocimiento; en algunos, la recomendación, la amistad, la fraternidad, el amor, el alimento, el reconocimiento…
Ninguno le defraudaba.
Pasaba sus manos por el lomo y las tapas, y ya sentía el vértigo de lo inexplorado y el pálpito del acontecimiento insólito, que le envolvía para trasladar su esencia.
Y aquella noche, con el libro entre sus piernas, sería la última. Ya no habrías más desplazamientos, ni vértigos, ni pálpitos.
Aquella noche, la última noche, con un movimiento rápido, se convirtió en lo que amaba: el libro más sustancial de su biblioteca.