Homenaje

Uno tiene pocas oportunidades en la vida para homenajear o ser homenajeado.


Porque, cuando te dan una cena de despedida por los servicios prestados, una comida homenaje por tu 99 cumpleaños, el diploma de honor, con cóctel y placa, por los 100 litros de sangre donados para vete tú a saber qué, o el ramo de flores, el marco de plata, y la foto de tus 28 nietos en cerámica Talaverana, en realidad no te están homenajeando. Han buscado la excusa para comer y beber y desde la enormidad de sus condescendencias, obsequiarte con sus inestimables amistades, parentescos o complicidades que en unos casos disfrutaste y en otros pues no.

En ese tipo de actos, fui en ocasiones invitado y otras protagonista, en los dos modelos aguanté el tipo con honor.

Luego está el homenaje post mortem. Ese suele ser el penúltimo, el último se realizará en el Juicio Final, en las magníficas instalaciones del Valle de Josafat. En ese caso todo el mundo habla del muerto, menos el muerto, y generalmente hablan bien, aunque siempre aparece algún capullo que dice aquello de tanta paz lleves como paz dejas.

Pero, entre todos estos actos destaca el autohomenaje. Según el diccionario Kelvinator: «dícese de la acción de homenajearse a sí mismo». ¿Y cómo se hace eso? Fácil. Sólo tienes que convocar un fiesta para celebrar los 25 años de tu promoción. ¿Y por qué es un autohomenaje?. Porque lo que se celebra es que cada uno de los asistentes sigue vivo.

Asistí encantado a la convocatoria. Iba a encontrarme con amigos, que lo fueron, y compañeros a los que hacia un cuarto de siglo que no veía. El resultado fue desigual, pitos y palmas. Tras la efusividad de decenas de saludos, pasamos a la narración de montones de anécdotas y de ahí al café, a la somnolencia y a la despedida y cierre.

Y no es que fuera una mala experiencia, no. Pero el autohomenaje quedó un poco desvahído, como la gaseosa disipada. Mantenía el sabor de 25 años atrás, pero sin burbujas.

Hoy me ha llegado la invitación para celebrar un homenaje a los fabricantes de abanicos, como precursores del aire acondicionado. No me explico qué tengo yo que ver con ese gremio, como no sea que mi esposa tiene la casa llena de paipais. Y he dicho que no.

En su lugar , decidí darme un homenaje de cerveza y aceitunas, y recordé que mi abuelo no tuvo homenajes salvo el de morirse en su cama, rodeado de todos sus hijos. ¡Y no es ese poco homenaje no!.

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1 comments

  1. Francisco
    16/10/2023 at 23:14 — Responder

    A mi Mamés da que cada vez que coges la bici te das un auto homenaje o se lo das a alguien

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