Y, por fin, llegó el día. Años soñando con el premio del Euromillón; años jugando; años imaginando a qué dedicaría el dinero; distribuyendo los millones; haciendo felices a su familia y amigos; decidiendo su futuro holgazán y, ahora, cuando los 600 millones, después de pagar impuestos, se amodorran en su banco, sólo se le ha ocurrido adueñarse de su empresa con un doble objetivo: reflotarla y despedir a los gerifaltes ineptos, incapaces e incompetentes que la hundieron.
La maquinación
Diseña la ejecución de su propósito; boceta los pormenores de su maquinación; bosqueja cada fracción de su anhelo. No serán despidos; eso pertenece a la escala inferior, la de los empleados. A los ejecutivos se les anima a comenzar una nueva etapa.
Encomendará el proceso a una empresa de recursos humanos, cuyo personal, gracias a esa verborrea, a esa palabrería fútil, trivial e insustancial que ellos mismos emplean desde hace años, les exhortarán a dejar las llaves, las tarjetas de crédito, el coche, sus bonos, sus privilegios… Les despojarán de todo su oropel y relumbrón. No mediará justificación. Recibirán la misma medicina que llevan años prescribiendo desde sus despachos para los trabajadores entregados, competentes, fieles, eficaces y capacitados.
Pipipiiií, pii, piiiii… Pipipiiií, pii, piiiii… Otra noche perdida soñando con lo inalcanzable.
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13/03/2023 at 13:45 —