Para leer

28Jul

Así se hace mi arroz con alcachofas, en serio

Desde que puse en marcha Pepografo.com he subido un millón de fotos, he escrito un millón de post y he enviado un millón de enlaces para promocionar la web.

De mis tiempos de Marketing recuerdo cuando en los periódicos nos volvimos locos regalando cosas: vajillas, cuberterías, libros, discos, cursos de inglés, vírgenes. Dábamos de todo, menos noticias, creo. El caso es que pensando cómo promocionar este sitio, recordé a mi colega Augusto Bueno, persona que hacía honor a su nombre: era orondo como Augusto y buen tipo.

Augusto trabajaba en Producción del periódico. Por sus manos pasaban todas las chorradas que nuestras mentes enfermas parían para vender diarios. Él creía que la prensa debía conocerse por su información y no por los regalos que la acompañaban. Era reacio a la nueva moda y, a menudo, lloraba por las esquinas de su despacho con los encargos promocionales que le llegaban.

Un día le llamé y le dije: «Augusto, esta es nuestra nueva promoción». Blandí ante sus atribuladas narices un sobre que contenía media docena de albóndigas liofilizadas.

Me miró con tristeza y me dijo. «Sabía que acabaríamos dando comida».

Ese recuerdo me hizo pensar que a lo mejor regalar comida aquí sirve para que mi web sea leída por todo el orbe. Y, como físicamente no puedo hacerlo, en su lugar voy a contarte la receta de mi mítico arroz con alcachofas.

La receta

Ingredientes:

Arroz, alcachofas, jamón, pimiento verde, ajo, media pastilla de caldo de pollo, aceite, sal y agua.

Hágase un sofrito con el pimiento verde y el ajo. Cuando esté pochado, rehoguense las alcachofas previamente troceadas. Añádanse 3 vasos de agua y a cocer. Una vez cocido, eso se ve a ojo, se sala y se echa un vaso de arroz. Cuando te parezca lo apartas y te lo comes.

Ahora, solo me queda esperar dos cosas: que te guste la receta y que sirva para promocionar pepografo.com. Para serte sincero, con lo segundo me conformo.

27Jul

Corre Sol, corre

Ayer, paseando por la playa me encontré con esta imagen

Ayer, paseando por la playa me encontré con esta imagen: una joven corría entre las olas mientras alguien le gritaba: “¡Corre Sol, corre!”. No sé a quien se refería, si al sol o a Sol. Lo cierto es que sentí la necesidad de correr tras los dos, y como no podía los guardé en esta foto.

19Jul

Fact-check

Hace un año el Rey y mogollón de autoridades, inauguraron el «Ave» de Extremadura. Ayer, 18 de julio, el supuesto «Ave» llegó con 4 horas de retraso para celebrar el aniversario.

El título de este post no lo vuelvo a escribir, no sé. Pero ahora está de moda la palabreja, que según parece, define la acción de verificar o falsificar una información.

Sea com fuere el «palabro», me viene bien para denunciar los infundios que sobre el AVE de Extremadura corren por las vías informativas. Y para no perderme en contestar a tantos agoreros, que critican sin piedad y sin conocimiento el estado del tren en Extremadura, voy a centrarme en rebatir al último crítico de nuestro magnífico tren: Luis Landero.

Don Luis, en un discurso, con motivo del Día de Extremadura, ante todas las autoridades civiles y militares, calificó a los políticos presentes y ausentes con epítetos irreproducibles aquí. El eximio escritor denunció el, según su torticera visión, estado lamentable del tren extremeño.

Ved el video adjunto de su intervención:

Discurso de Luis Landero con motivo del Día de Extremadura.

Pues bien, desmiento las críticas del señor Landero y de paso las de todos esos a los que la ceguera intelectual, y la mala idea, les impide ver la brillante realidad de nuestro tren. Y lo hago con un prueba irrefutable: un vídeo. Ahí va:

El AVE de Extremadura
17Jul

La importancia de hacerlo cuando toca

En Para leer por Pepógrafo / 17/07/2023 / 1 comentario
Triciclo panadero

La verdad es que mi amigo Camilo Anchústegui antes, Antxustegui ahora, es un hombre hecho así mismo. No lo tuvo fácil en la vida. Trabajando desde crío, no le daba tiempo a disfrutar de los juegos de su edad.

Ya joven, montó un negocio de polipastos y ferralla que le absorbía la vida. Se casó por poderes mientras vendía poleas en Cuenca. La otra novia, la que él quería, lo dejó porque de tanto no verlo se le olvidó la cara.

Trabajar

Sólo trabajar, sólo ir y venir, trajo como consecuencia que se le olvidó la vida entre hierros y poleas; y ahora, cerca de la jubilación, decidió darse el gusto de recuperar todo lo que en cincuenta años no había hecho.

Para no perderse, creó una lista y, en orden de revancha, fue apuntando lo que quiso y nunca hizo.

La primera acción fue comprarse el triciclo que su señor padre siempre le negó. En la juguetería le preguntaron la edad del niño. Contestó: «Sesenta y cinco años». Se lo llevó puesto.

Un piano

Con el siguiente paso cumplió otra ilusión perdida. Compró el piano más caro que pudo. Hizo obras en el salón, no cabía, y se apuntó a un curso de Youtube. En unos meses, Paquito el Chocolatero no tenía secretos para sus dedos.

Lo siguiente en la lista fue construir una grúa enorme con el Meccano. Sus dedos eran demasiado grandes para los pequeños tornillos.

Se acordó de la otra novia, la que él quería, y que localizó en Facebook. Ella al principio no lo reconoció. Después lo reconoció y lo bloqueó sin más.

En esta vorágine de hacer cosas perdidas, se di cuenta que nada sabía como él recordaba: que el triciclo era pequeño, el Meccano aburrido, Paquito el Chocolatero un coñazo…

Camino de Santiago, recurso para jubilados con vocación exploradora, reflexionó sobre la imposibilidad de recuperar lo no hecho.

De vuelta a casa, mientras pelaba una naranja que no olía a naranja, le dijo su mujer: «Camilo, ahora que ya estás jubilado, ¿Por qué no haces todas esas cosas que te gustan?».

Le dirigió una mirada vacía, dejó la naranja en el plato y le contestó: «Las cosas que me gustan ya no huelen como antes».

14Jul

Un señor de Santander

Mi exmujer me dijo varias veces,  que mi problema era que yo no me quería nada. No entendía muy bien eso hasta  que se fue con un señor de Santander, y desde entonces,en casa se siente un poco más vacío,  pero al menos tengo más espacio para mis calcetines desparejados.

Supongo que Santander tiene su encanto, o al menos eso debe de haber pensado mi mujer. Tal vez sea el aire fresco del mar o simplemente la promesa de unas buenas olas. ¡Quién sabe!

Ahora, cuando escucho la palabra “Santander”, no puedo evitar imaginarme a mi mujer y a un señor como Revilla, cogidos de la mano y paseando por la playa, como si estuvieran en una película romántica. ¿Debería considerar escribir un guion?

Pero no todo es tristeza en esta historia. Me di cuenta de que ahora puedo dejar la tapa del váter levantada sin que nadie me regañe. ¡Pequeñas victorias!

Además, descubrí que tengo talento para la cocina.Puedo hacerme mis propias comidas sin preocuparme por satisfacer sus gustos culinarios. ¿Quién sabía que mis habilidades gastronómicas estaban esperando a ser desatadas?

Supongo que la vida es un viaje lleno de sorpresas. En mi caso, la sorpresa fue que mi mujer eligiera a un señor de Santander como su compañero de viaje. Espero que hayan disfrutado del camino juntos.

Aunque admito que a veces me siento un poco celoso de ese señor de Santander. ¿Qué tiene él que yo no tenga? Tal vez sean sus habilidades para surfear o su gusto por las anchoas. Quizás debería tomar unas clases de surf y preparar un un bocata de anchoas para impresionarla si algún día vuelve.

Pero mientras tanto, puedo disfrutar de mi tiempo libre sin la presión de una relación. Ahora puedo pasar las noches viendo mis películas favoritas o disfrutando de una partida de videojuegos sin interrupciones. ¡Es una libertad asombrosa!

No hay duda de que esta historia se ha convertido en una anécdota divertida para contar en reuniones familiares. Siempre habrá risas y bromas sobre cómo mi mujer encontró el amor en Santander, mientras yo descubría mi amor por los calcetines desparejados.

Y, quién sabe, tal vez algún día mi exmujer regrese . Mientras tanto, seguiré intentando averiguar cómo se quiere uno a sí mismo, aunque no sé si eso es bueno. Por si acaso he comprado un billete a Santander.

12Jul

Por tu culpa

¿Te has dado cuenta de que la vida es mucho más fácil cuando no tienes que asumir ninguna responsabilidad? ¿Para qué preocuparse por las consecuencias de tus acciones si puedes culpar a alguien más? Aquí tienes algunos consejos para convertirte en un experto en echar balones fuera:

– **Nunca admitas tus errores**. Reconocer que te has equivocado es una señal de debilidad y te hace vulnerable a las críticas. En cambio, niega la evidencia, inventa excusas o cambia de tema. Recuerda: tú nunca te equivocas, son los demás los que no te entienden.

– **Busca un chivo expiatorio**. Cuando algo salga mal, busca rápidamente a alguien a quien echarle la culpa. Puede ser tu pareja, tu jefe, tu compañero de trabajo, tu amigo, tu vecino, tu mascota o incluso el clima. Lo importante es que no seas tú el culpable. Si no encuentras a nadie, siempre puedes recurrir a los clásicos: el gobierno, la sociedad, el destino o Dios.

– **Critica a los demás**. Una buena forma de desviar la atención de tus propios defectos es señalar los de los demás. Así parecerás más inteligente, más competente y más moral que ellos. No importa si no tienes ni idea de lo que hablas, lo importante es que suenes convincente y seguro de ti mismo.

víctima

– **Juega a la víctima**. Si alguien te acusa de algo o te pide explicaciones, actúa como si fueras el más perjudicado y ofendido. Di cosas como «no es justo», «no me merezco esto», «nadie me valora», «todo el mundo está en mi contra» o «yo solo quería ayudar». Así conseguirás que los demás se sientan culpables y te compadezcan.

– **Evita las consecuencias**. Si puedes escapar de las situaciones difíciles o incómodas, mejor que mejor. No te enfrentes a los problemas, huye de ellos. No des explicaciones, ignora las llamadas. No pidas perdón, desaparece. No busques soluciones, busca distracciones.

Siguiendo estos consejos, podrás vivir una vida tranquila y cómoda sin tener que preocuparte por nada ni por nadie. Eso sí, no esperes tener muchos amigos, ni una buena reputación, ni una conciencia tranquila. Pero bueno, eso también se lo puedes echar la culpa a los demás.

29Jun

El pelo y la vida en general

Recreación de ÍA de una peluqueria

Fui a cortarme el pelo. Según la prestigiosa Kelvinator University, un hombre, blanco, heterosexual, con estudios superiores y pelo, acude a la peluquería 960 veces a lo largo de su vida, ni siquiera llega a las mil. Yo voy recorriendo esos números y observo, con horror, que cada vez estoy más cerca de la cifra fatal de los 960 pelados.

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07Jun

Lo malo de ser bueno

En Para leer por Pepógrafo / 07/06/2023 / 2 Comentarios

Y no es que yo lo sea, bueno, quiero decir. Lo malo de ser bueno es que te toman por tonto. A menudo, el personal confunde la educación con flaqueza, la amabilidad con debilidad, las pocas ganas de discutir con cobardía. Y así, aprovechándose de la confusión, van ganando terreno, van ocupando tu espacio hasta que te arrinconan, en cuyo caso tienes que dar la patada y dejar sorprendido al tipo que te clasificó como memo.

Te llama tu mujer: «Amore, ¿puedes sacar a Estrellita? Estoy muy liada y no tengo tiempo».

Coges el arnés, la correa, la pelota, el lanza pelota, la bolsita de la caca, la botellita de agua para limpiar el pis y, claro, a Estrellita. Y te vas a la calle con cara de perro pensando por qué tu mujer siempre está muy liada y cuándo le vas a decir que la saque ella. Nunca.

Estrellita, mientras tanto, pasa de ti y de la pelota, y se dedica a ladrar a los gatos y a las motos. Entre ladrido y ladrido, repasas todas las ocasiones que el personal te toma por gil.

El vecino de la plaza de garaje, que te dijo un día si no te importaba que aparcara su coche pegado al tuyo para que le cupiera su moto y, ahora, casi tengo que entrar por el techo en el mío.

El frutero de abajo, al que un maldito día le diste confianza, te somete con cada naranja a un tercer grado de cotilleo, sin que tu seas capaz de mandarlo al carajo.

Le tiro otra vez la pelota y me mira con cara de «ve tú por ella» y voy por ella. Hasta la perrata se aprovecha.

Un día te pide tu amigo Paco compartir la clave de Netflix para ver no sé qué película famosa. Tú, más bueno que el pan, se la das. Pasan las semanas y empieza a no ver Netflix porque hay más usuarios de los permitidos. Le preguntas a Paco y te dice que se la ha pasado a su hermana, su sobrina y al portero que le hace muchos favores. Total, pagas el Netfix del barrio y nos lo ves.

Ahora me toca recoger la caquita de Estrellita. Mientras realizo tan higiénica, cívica y asquerosa labor, recuerdo que ya no recuerdo cómo es sentarse en mi sillón preferido. Se lo ofrecí cortésmente a mi suegra un día y parece como si la hubieran sembrado en él. No se ha vuelto a levantar y si lo hace, ocupa su lugar la perrata.

El paseo y mi paciencia van llegando a su fin. No hay gato, ni moto en el barrio que no haya sido ladrado por la perra. La calle está más limpia que cuando salí, ni rastro de caca y las esquinas regadas con agua y jabón.

Subo a casa. Mi mujer, absorta en sus filigranas, me dice lo bien que me sienta pasear la perra y lo feliz que se la ve. Y yo me juro que el próximo día que me diga que la saque a pasear, me enfrentaré a mi suegra, a mi amigo Paco, al frutero, al vecino abusón y a ella. Bueno a ella no, no sea que se enfade.

Por cierto, a mí lo que me gustan son los gatos.

03Jun

El tamaño sí importa*

En Para leer por Pepógrafo / 03/06/2023 / 2 Comentarios

* Este post es políticamente incorrecto. No lo deje al alcance de los niños y no intente reproducirlo en casa.

Hay sociedades muy preparadas y otras menos. Esa frase con tintes racistas podría ser atribuible a cualquier seguidor de Hitler, Mussolini o el mismísimo Julio César. Pero no, yo le he comprobado en mis carnes, más concretamente en mi boca.

Dos paracetamoles en mi mano.

¿Y dónde podemos ver esa superioridad?. La pregunta tiene una respuesta sencilla e irrebatible: la superioridad se ve en la ingesta de pastillas a mano.

Viendo cualquier película norteamericana podemos encontrarnos con la escena en la que el protagonista abre el armarito de las medicinas; coge el bote de pastillas; vierte una cantidad salvaje de ellas en la palma de su mano y, con ella abierta y gesto veloz, se las lleva a la boca y se las traga. El efecto del medicamento suele ser inmediato y sanador.

Mini pastilla.

Pues bien, pensé: si George Clooney, al que no tengo nada que envidiar, puede hacer eso, yo no voy a ser menos. 

Fui al cajón de las medicinas, yo no tengo armarito. Rebusqué entre las cajas vacías, los prospectos arrugados y las tiritas que no pegan. Cogí un par de paracetamoles, los deposité en la palma de mi mano y, con el mismo gesto de Clooney, me los lleve a la boca. Resultado: me rompí la funda del paleto, me atraganté que casi me asfixio y los paracetamoles acabaron en el techo del cuarto de baño.

Tras el accidente, estudiando lo datos de las cajas negras, salieron a la luz cuestiones que lo explicaba todo. Primero: el tamaño sí importa, como puede verse en las fotografías. Segunda: hay sociedades que nos llevan años de ventaja practicando la ingesta de pastillas a mano son las preparadas.

29May

La app del odio

Llevaba tanto tiempo usando la APP del odio

Llevaba tanto tiempo usando la APP del odio que no recordaba por qué ni cuándo se la instaló. Amargado de tanto usarla, aquella mañana la desinstaló y buscó en el store de su teléfono la aplicación del amor, de la ternura y el afecto. Sin embargo, tras cada intento, su dispositivo daba error. Irritado buscó explicaciones y halló la que menos le gustó: su móvil no tenía memoria suficiente para querer.

Lo Que Captura La Mirada background image

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