El terror real: tu pasado confirma que eres idiota (y guarda el recibo)

La Tiranía del Álbum de Fotos

La gente le teme al futuro, con sus promesas vacías y sus facturas inesperadas. Yo no. El futuro es una página en blanco y yo siempre he sido muy de no manchar. El verdadero terror, el que me agarra las gónadas a las tres de la madrugada, es el Pasado.

No le temo a los grandes dramas. El día que me despidieron o aquella vez que me caí con el triciclo por las escaleras, son anécdotas con las que, por lo menos , puedes lucirte en las cenas. El miedo reside en la mediocridad archivada, en la prueba irrefutable de que fuiste un idiota sistemático.

Llevo meses, años, con la promesa de digitalizar la caja de las fotos antiguas. Lo voy posponiendo porque sé que, de esa caja, no va a salir un recuerdo entrañable, sino una legión de fantasmas que vienen a cobrar.

Ayer, en un arrebato de heroísmo dominguero (esos que duran lo que tardas en abrir una lata), bajé la caja. Abrí un álbum de polipiel vino tinto. Y ahí estaban. No las fotos, que también, sino un montón de pequeños crímenes contra la estética y la sensatez.

el viejo álbum de fotos

Encontré una entrada de cine de 1972. No del estreno del Padrino o algo memorable, no. Era de una película búlgara larga como un día sin pan, de cabras. ¿Por qué fui? ¿Y por qué guardé la prueba?

Luego, un mechón de pelo. Rojo. No recuerdo en qué momento de mi vida mi pelo fue rojo, pero ahí estaba el mechón, atestiguando un error capilar que mi subconsciente había borrado piadosamente. Ahí tienes, campeón, me susurró el pasado. Fuiste pelirrojo por un día. Y lo documentaste.

Pero la estocada final me la dio una lista de propósitos de Año Nuevo de hace cuarenta años: «Aprender alemán. Dejar de comer pan. Llamar a mi abuela más a menudo». Cuarenta años después, no sé decir «pan» en alemán, me como una barra entera para cenar y mi abuela, en paz descanse, sigue esperando la llamada.

El pasado es como Tezanos. Te pregunta lo que ya sabe, pero solo para recordarte que no eres nadie.

Cerré el álbum, devolví la caja a su agujero en el armario y respiré hondo. Lo que da miedo no es que no te pregunten, sino que te pregunten, y el pasado responda por ti: «Es una persona que guarda mechones de pelo rojo y no llama a su abuela».

A lo mejor, lo de no ser encuestado por nadie no es una frustración. Es una bendición. Al menos mi idiotez sigue siendo una estadística que solo yo conozco. Y el pasado, un álbum que seguirá cerrado. Hasta el próximo domingo.

Y ahora vas y lo cuentas.

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