Y el domingo me daban en casa un duro. Un duro, para los de la Logse, citando a Goyo Jiménez, era una moneda de cinco pesetas. Es decir: cero coma cero trescientos un euros.
Con esa moneda en el bolsillo de mi pantalón corto, salía de casa como un cohete camino de los Jesuitas para la sesión de cine de las tres de la tarde.
En el trayecto pasaba delante del garaje de Transportes Ochoa: «Una organización al servicio del transporte». Rapidez, seguridad, dominio, potencia y seriedad… y ese intangible que, en definitiva, es lo más importante: ESPÍRITU DE SERVICIO.
Más adelante, me cruzaba con el escaparte del Palacio del niño lleno de cochecitos de bebé. A partir de ahí, la primera parada para gastar. Aquella tienda, hoy multitienda, vendía golosinas, chicles Bazooka. El Capitán Trueno, El Jabato, Hazañas Bélicas, Roberto Alcázar y Pedrín, TBO, Pulgarcito, Hola, Semana, Garbo y Lecturas.
«¿Me da Hazañas bélicas?». «Toma, dos pesetas«.
Mientras los soldados americanos avanzaban por el Pacífico, yo atravesaba Los Caídos y me plantaba en la taquilla del cine.
Tres pesetas la entrada. Y se acabó el duro. Pero la tarde no había hecho más que empezar.
Las películas eran de romanos, de Hércules o de Maciste el coloso. Fecha de estreno 4 de octubre de 1962, dirigida por Antonio Lenviola , protagonizada por Chelo Alonso y Dante Dipaolo (de wikipedia).
Maciste era capaz de derribar un templo a empujones y las columnas rebotaban en el suelo como si fueran de corcho. Eran de corcho. La fuerza de aquel tipo me hacía soñar con tenerla yo y así poder arrearle un columnazo a don José, el de Matemáticas.
Cuando el coloso Maciste había acabado con todos los bárbaros habidos y por haber, y le daban como premio un The end, salía corriendo para llegar a la segunda sesión de la tarde en el cine de los Escolapios.
El colegio de los Escolapios estaba en la otra punta. Corriendo como un gamo atravesaba media Pamplona. No había taquilla. Era gratis para los alumnos y sus hermanos, y yo era hermano.
Se accedía al cine por el patio del colegio y allí coincidimos los de sin uniforme y los niños de la inclusa con los babys de rayas y las cabezas rapadas. Años después vi imágenes parecidas en libros del Holocausto.
Las pelis de los Escolapios tenían más mensaje: Marcelino pan y vino, Agustina de Aragón, Fray Escoba…
En fin, dos películas y un Hazañas bélicas por un duro.
Llegaba a casa con la cabeza como un bombo en el que se mezclaban Maciste y fray Escoba, y todavía me quedaban por conquistar varias islas del Pacífico.
Sólo había un nubarrón en las tardes del domingo. Nunca hacía la tarea. A la mañana siguiente don José, el de Matemáticas, seguro que me preguntaría por ella, y yo ni idea.
1 comment
06/02/2023 at 15:18 —
Pues yo, con el duro que también me daban los domingos, como si estuviera estipulado en un convenio,me compraba patatas fritas, aceitunas y sobres de estampas del álbum “vida y color “.