Extremadura es arte y ejemplo. Vetones, romanos, visigodos, musulmanes… dejaron su impronta en construcciones y, muchas de ellas, perduran en el tiempo y constituyen un reflejo de ese pasado esplendoroso que conforma el perfil de una región cuyo patrimonio la hace poseedora de innumerables títulos nacionales e internacionales.
Este amor y cuidado por esas construcciones llevaron incluso a trasladar piedra a piedra monumentos que, sin esa acción, no estaría para el deleite de extremeños y turistas. Y hablamos, por ejemplo, del templo romano de Talaverilla o del puente romano de Garrovillas.
Alexandre Gustave Eiffel
Sin embargo, esta sensibilidad, que los siglos depositaron en los extremeños, no se palpó en el puente del ferrocarril diseñado por Alexandre Gustave Eiffel (1832-1923) y construido en su taller de Francia, la joya de la ingeniería del siglo XIX, cuyos restos descansan bajo el agua del Tajo en el embalse de Alcántara.
En 1845, unir por ferrocarril Madrid con Lisboa a través de Extremadura ya rondaba en las cabezas de los ideólogos y proyectistas del tren en España; y se barajan dos rutas: por Badajoz y por Cáceres. La primera significaba un trazado de 870 kilómetros, mientras que la segunda implicaba un recorrido de 640. Los promotores de las compañías de ferrocarril optaron por el corredor del Tajo, cuyo principal escollo se situaba en el vado de Alconétar.
Para salvarlo, se encargó a Eiffel la construcción de un puente, que se realizó en su fábrica a las afueras de París y se inauguró en 1881.
Pedro Plasencia Lozano
Pedro Plasencia Lozano, cacereño e ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, describe el viaducto como una estructura metálica con celosía, seis vanos centrales y dos laterales, y de una altura de 5,40 metros y una anchura de 5,50. Su peso se elevaba a 877 toneladas Además, una de las características de construcción del ingeniero francés consistía en fabricar piezas desmontables que se ajustaban y acoplaban con sencillez y rapidez en el lugar de destino. Un sistema que también se empleó con la torre Eiffel.
Pero en 1925, se cambió la normativa sobre los puentes ferroviarios y los nuevos requerimientos obligaban a sustituir los puentes metálicos por otros de un material más resistente que aguantara el peso de los trenes. Y estas condiciones afectaron a la pasarela de Eiffel, en la que solo cabían dos opciones: sustituir su parte metálica (demasiado cara) o su demolición.
Los responsables optaron por la segunda alternativa y por la construcción de una nueva infraestructura de hormigón y mampostería, ubicado al lado.
Compañía Nacional de los Ferrocarriles del Oeste
En 1932, la obra del francés dejó de usarse y se inauguró un año después el puente ferroviario proyectado por el ingeniero de la Compañía Nacional de los Ferrocarriles del Oeste de España Fernando del Pino, quien se excusó subrayando que la nueva construcción resultaba más barata que mantener la de Gustave Eiffel, ya que el presupuesto asignado ascendía a 1.300.000 pesetas. Además, también adujo que, aunque era un modelo de “sencillez y ligereza, su peso resulta insuficiente para las cargas producidas por los trenes que en esa línea se quería poner en circulación”.
La nueva obra constaba de 15 arcos de medio punto, distribuidos en tres grupos de cinco, y con 368 metros de longitud.
Sin embargo, el desmantelamiento no fue total, puesto que los pilares no se desmontaron y, hoy en día, siguen bajo las aguas del Tajo. El resto de la joya del ingeniero galo se vendió como chatarra.
El cacereño Pedro Plasencia Lozano se lamenta y recalca que “el motivo para demoler al estructura fue absurdo porque se hizo como paso previo y necesario para demoler las pilas y, al final, permanecieron en pie, sumergidas. El lamento se convierte en incomprensión, pues se trataba de eliminar una obra de un ingeniero ya célebre a nivel mundial, cuya torre parisina había sido ya indultada. Además, el puente ya era relevante fuera de las fronteras españolas”.
Y así es. Se sabe que el ingeniero francés siempre se sintió muy orgulloso de este puente. De hecho, cuando Eiffel recibió la Legión de Honor en 1889 en su alocución de agradecimiento citó el viaducto cacereño como una de sus obras más importantes y uno de los once grandes puentes del ingeniero galo.
Y ahora vas y lo cuentas.
1 comment
16/04/2024 at 21:55 —
Otra víctima más del maltrato que le hemos dado a bienes de gran interés artístico, una pena. Por otro lado, felicitarte por este artículo que rescate del olvido este puente, que hoy en día sería un gran reclamo turístico y una obra a proteger. Gracias por compartir la información. Saludos!