Para reir

17Feb

Hacer el ridículo, el arte de meter la pata

In Para reir by Pepógrafo / 17/02/2025 / 4 Comments

«Y quien esté libre de ridículo que tire la primera piedra» (San Juan a los Afásicos)

La de la foto no es mi hermana

Hacer el ridículo es un derecho humano recogido en la Declaración Universal.

Yo lo hago con relativa frecuencia, aunque es verdad que sus efectos, con el paso del tiempo, son menos dolorosos.

Por no ser pesado voy a contar dos o tres, o cuatro, situaciones ridículas en las que he sido protagonista.

La boda

1.- La boda de mi hermana. Para tal evento me compré, yo solito, un traje de color café, con poca leche, que incluía chaleco de 30 botones, pantalón campana de la catedral de Burgos, camisa indescriptible y una corbata con el nudo más grande que mi cabeza.

Al verme en la ceremonia, me confundieron con el cantante de la orquesta Los Hermanos Brother Blues Band, que amenizó el baile hasta que mis zapatos de punta fina me deshicieron los dedos de los pies.

Ojos verdes

2.- Estando sentado con Luis, en la terraza del Iruña, veo que una chica de ojos verdes, morena de pelo y piel me mira con ojos golosos. Le digo a Luis, «aquí hay tema». La de los ojos verdes me sonríe, se levanta y viene hacia mí. Yo pierdo el aplomo y el equilibrio al incorporarme pare recibirla como merece.

La chica pasa a mi lado, huele a promesa de amor (vaya frase ridícula). Y cuando parece que se va a arrojar en mis brazos, hace un quiebro y le planta un beso de cine al tipo de la mesa de al lado, que no era más guapo que yo, pero que al parecer era el novio.

El Billete

3.- Siempre voy con el billete en al mano cuando ocupo mi asiento en el tren. Me aprendo el número de asiento, la ventanilla, el pasillo, y todos los datos para no equivocarme. En un viaje a Aranjuez dos mujeres mayores que iban a El Escorial le rogaban al revisor que las dejara bajar ya, no porque fueran en dirección contraria a su destino, sino por lo ridículas que se verían antes sus maridos.

Tren viejo

Yo me reía para mis adentro con la escena y en esto se planta a mi lado otra mujer que, con el billete en mano, me dice que su asiento es el que yo ocupo. Con cierto tono de suficiencia le explico que mi sito se corresponde con el billete, el 6D. Ella me enseña el mismo 6D. Despotricando contra Renfe por vender el mismo asiento a dos pasajeros, llamo al revisor(a), le enseño el billete conteniendo mi cabreo contra la inepta compañía y me dice: «Este 6D se encuentra cuatro vagones atrás».

Tierra trágame. Cojo la maleta, que casi me da en la cabeza, y me arrastro por el vagón mientras 99 ojos, viajaba un tuerto, se reían a mis espaldas.

Conclusión: todo podemos hacer el ridículo y si no que se lo pregunten al señor Tamames.

15Feb

El psicólogo quiere podar mis neuronas

In Para reir by Pepógrafo / 15/02/2025 / 6 Comments

Mi psicóloga me ha recomendado escribir a mano para «podar las neuronas». Yo, escéptico sobre el poder curativo de la psicología, pensaba que en realidad su labor era directamente heredera del padre Abrahán, el cura que me confesó antes de la primera comunión.

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14Feb

Arte y ensayo, el cine militante y coñazo de los años 70

In Para reir by Pepógrafo / 14/02/2025 / 1 Comment
El cine de arte y ensayo en los años 70
Filmoteca Española

Mucho se ha escrito, y se seguirá escribiendo, sobre la lucha antifranquista en los años 70 y anteriores. La lucha sindical de CCOO, la del PCE, ORT, PT, PCR y hasta la del PSOE. Los movimientos estudiantiles, la iglesia de Tarancón al paredón y muchas personas anónimas que contribuyeron a que la dictadura deviniese en dictablanda y muriese de tromboflebitis.

Pero nada se ha contado de todos aquellos, como yo mismo, se jugaron la vida por la democracia en los cines de arte y ensayo.

El Cine

Y eso sí que era jugarse la vida. A media tarde en el cine Aitor comprabas la entrada con cierto aire clandestino. Solíamos ser gente barbada, con chaquetones de botón en forma de diente de hueso de jabalí, las trencas. Ellas con faldas hasta los pies, como las de mi abuela.

Veías películas en blanco y negro; a menudo en versión original; a menudo checoslovacas, húngaras, holandesas, japonesas, mientras el resto del mundo se partía el culo con Paco Martínez Soria y compañía.

Nosotros, militantes antifranquistas, manteníamos la lucha democrática viendo Ingmar Bergman, sólo para entendidos.

Buñuel

Y Buñuel sentaba a los comensales alrededor de una mesa, sobre sendos inodoros, y departían educadamente mientras hacían aguas mayores. A la salida del cine comentábamos la escena buscando el significado político de hacer caca en el comedor.

Y así pasaron por nuestras retinas películas magníficas como Amarcord y otras imposibles de ver, pronunciar y recordar

El Nodo

En bastantes casos echabas de menos el NODO. En las salas de arte y ensayo no se ponía y, a veces, ver a Franco inaugurando pantanos era más entretenido que el drama ruso proyectado.

Pudiera parecer este un ejercicio nostálgico, nada más lejos. Es una petición a las autoridades para que se nos reconozca el mérito y la contribución a la sociedad actual, que gracias a nosotros se ve libre del arte y ensayo y puede disfrutar del cine sin necesidad de romperse la cabeza.

13Feb

La carta de ajuste, la televisón sin colores

La carta de ajuste

Todo empezó cuando mis padres compraron aquella televisión Schneider de 21 pulgadas. Lo primero que hizo el técnico instalador fue afinarla con la carta de ajuste. Aquella misteriosa carta era el dibujo de un círculo que contenía toda clase de figuras geométricas y tonos de grises. El técnico, con aire doctoral, ajustó aquello y yo me quedé mirándola como si fuera la puerta del paraíso televisivo. Cuando terminó su trabajo, nos miró desde la superioridad de sus tecnoconocimientos y dijo: «Ya está, ahora solo falta que empiece la emisión».

14.05

Debía ser sobre la una del mediodía y hasta las dos no empezaba la programación televisiva. Allí estuve una hora mirando el circulito como un pasmarote hasta que a las 14.05 arrancó el programa que con ese mismo nombre iniciaba la emisión.

El televisor presidía la sala de estar desde la altura de su mesa rodante. Vino para quedarse y metió en casa el mundo blanco y negro, los anuncios de sábanas Walf, con cuatro puntos de ajuste, las estufas catalíticas y hasta las acciones de Telefónica, que parecían tus primas del pueblo, las Matildes.

UHF

Teníamos dos canales, el uno y el UHF. Este era sólo para iniciados. Verlo era un ejercicio de militancia casi religiosa. Daba prestigio y cierto halo de exclusividad. Ultra High Frequency, ¡quién puede resistirse a eso!.

Felix Rodríguez de la Fuente. «La Televisión en España 1949-1995» de Lorenzo Díaz

Y así, carta de ajuste tras carta de ajuste fueron pasando los años. Llegó el color y los anuncios de Terry con una amazona sobre una jaca trotando por la playa, que levantaba a los muertos. Y el mítico gel Fa, cuya imagen de la chica en la ducha soliviantó a los internados de curas de todo el país.

No había mucho donde escoger, pero le poníamos ganas y los documentales de la fauna ibérica arrasaban.

400 canales

Y llegamos a hoy. El tiempo vuela. Ya no tengo televisión en su mesita rodante y la carta de ajuste desapareció hace siglos. Tengo unos 400 canales, 8 plataformas, más YouTube, Spotify y otras virguerías. Puedo hablar con la tele y preguntarle si lloverá mañana, incluso llamo a mis pobres amigos por videoconferencia; más de una vez los cojo en calzoncillos.
Con todo eso, muchas noches no sé qué ver y, como ahora mismo, apago el aparato y me pongo a escribir sobre el UHF, que sigue dando prestigio y hasta exclusividad.

12Feb

Inteligencia artificial y el amor

In Para reir by Pepógrafo / 12/02/2025 / 6 Comments
Portada de «Cartas Amorosas«

Hoy le he preguntado a una aplicación de inteligencia artificial cómo enamorar a una mujer, no a una cualquiera, sino a la que tengo aquí al lado, que pareciera que es mi pareja por alguna promesa a la Virgen del Carmen, no por enamoramiento, y esta ha sido la respuesta:

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10Feb

«Eufemismos y Realidades: La Historia de un Profesor y su hijo

In Para reir by Pepógrafo / 10/02/2025 / 1 Comment

La Clerecía y la Casa de las Conchas, Salamanca

Hace unos días mantuve una discusión sobre los eufemismos y cómo estos se tiñen con las connotaciones negativas de la palabra a la que sustituyen.

Dado que el asunto es un hecho lingüístico poco discutible, no seré yo quien le enmiende la plana a los de Madrid, no polemicé más y me centré en demostrarle a mi interlocutora que no hace tanto las palabras, hoy inapropiadas, eran de uso común, aceptado y permitido; apoyado su uso por políticos, militares, curas piadosos y madres superioras.

Eufemismos

Términos como cojo, lisiado, disminuido, inválido, minusválido, subnormal, ciego, incapacitado están hoy en la cárcel de la moralina condenados por ser descripción de un estado de las personas y han sido sustituidos por otros, que sin la menor duda, acabarán en la misma cárcel dentro de unos años.

Catedrático

Don Jesús Cañedo fue un cátedro de mi universidad, experto en literatura del Siglo de Oro. De su persona recuerdo que era un poco ogro, fumador empedernido, que se alimentaba de tortillas francesas y de novelas picarescas. Se parecía, a mí me lo parecía, a José María Rodero, un famoso actor de la época.

Era un tipo de modales secos desde la altura de su cátedra. En fin, creo que sabía todo sobre literatura y, aunque podía mostrarse distante, era condescendiente con tipos como yo, empeñados en hacer lectura política de Don Gil de las Calzas Verdes, o descubrir las, por otra parte inexistentes, raíces judías de Jorge Manrique.

Jesusín

El profesor Cañedo tenía un hijo subnormal, entonces se decía así. Jesusín, como lo llamaban en casa, debía tener ocho o diez años cuando ocurrió la historia contada por su padre en el aula. No sé a cuento de qué.

El niño tenía una auténtica obsesión por hablar con el rey. Tanto insistía e insistía, que a su padre se le ocurrió una idea para darle gusto al crío. Se puso en contacto con un amigo, le explicó el tema y quedaron que este llamaría por teléfono a Jesusín haciéndose pasar por el rey.

El rey

La llamada se produjo. El niño habló con el presunto rey, quien se interesó por sus avances en la escuela y otros aspectos de su vida.

Finaliza la conversación, el padre le dice al hijo: «Bueno, estarás contento, ya has hablado con el rey». El niño responde: «Papa, ese no era el rey». «¿Por qué?», pregunta el padre. «Pues porque en todo el tiempo que hemos hablado el rey no ha dicho la reina y yo».

Y don Jesús Cañedo cerró la historia usando la frase más tierna que yo he oído para definir a un niño subnormal, entonces era palabra aceptada. Dijo refiriéndose a su hijo: «Y esa mente pequeña descubrió al falso rey porque no mencionó a la reina».

Que vengan ahora los eufemistas a mejorarlo.

07Feb

Imposible acabarlo, síndrome del perfeccionista

In Para reir by Pepógrafo / 07/02/2025 / 1 Comment
Carros de venta de libros
Palabras justamente encarceladas

Algunos de mis más admirados escritores han sufrido el síndrome denominado «no hay huevos de acabar esto». Les ha sucedido cuando las palabras escritas hacen lo que les da la gana, importándoles un carajo las intenciones del autor. Ahí van unos ejemplos:

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05Feb

Adoptar un gato, misión imposible

In Para reir by Pepógrafo / 05/02/2025 / 1 Comment
Mi gata Raisa

Lo bueno de tener un gato es que te calienta los pies, te consuela la tristeza, escucha tus conversaciones sin replicarte, te enseña tu lugar en el mundo, siempre un peldaño por debajo de él, y caza las moscas en verano.

Lo malo es que se muere sin pedir permiso y te deja más solo que la una.

Así, que pasado el luto, esto solo lo entenderán los muy gatunos, te pones a buscar otro minino que siga llenando la casa de pelos y que ocupe siempre tu sillón favorito demostrando quién manda aquí.

La tienda de animales

El primer impulso es ir a la tienda de animales más cercana y traerte el gato envuelto en celofán. Y vas, y el atento vendedor te pregunta si has hecho el curso formativo para la tenencia de animales de compañía. Primer problema. Luego te explica la variedad inmensa de bichos de cuatro patas con bigote. Segundo problema. Y, por último, te valora el gato a precio de carne de Wagyu. Último problema.

Sales de la tienda sin gato y con la sensación de traficar con esclavos felinos. Lo que te lleva a pensar en otras opciones para conseguir el animalejo; mucho mas solidarias y baratas, por cierto. Adoptar.

Con la idea de adoptar el gato te reconcilias con tu conciencia. Te sientes solidario, buena gente, salvador de vidas y generoso de narices. Buscas en internet protectoras de animales, perreras municipales, refugios y otras instituciones benéficas pro bichos vivientes.

Y entonces te enfrentas a un nuevo escollo del que no sabias nada. ¡EL CUESTIONARIO!.

Empiezas a rellenarlo. La primera parte pide tus datos personales: nombre, apellidos, dirección… Hasta ahí nada que no sea común. Pero cuando sigues leyendo empieza un interrogatorio que debe estar preparado por la CIA. Veintiocho preguntas que abarcan todos los ámbitos de la vida de uno. Salud, economía, trabajo, capacidad de gasto, convivencia familiar, etcétera. Creo que es el mismo cuestionario que se exige a los aspirantes a astronauta.

Ahí dejo el cuestionario para que lo disfrutéis:

A la vista de la complejidad del asunto, he llamado a las cuatro grandes consultoras mundiales. Ninguna se hace cargo del cuestionario.

Creo que secuestraré un gato de la colonia del parque y que sea lo que Dios quiera.

03Feb

Un duro, cinco pesetas, 0,0300,1 euro

In Para reir by Pepógrafo / 03/02/2025 / 1 Comment
Moneda de un duro

Y el domingo me daban en casa un duro. Un duro, para los de la Logse, citando a Goyo Jiménez, era una moneda de cinco pesetas. Es decir: cero coma cero trescientos un euros.

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31Ene

La Octava de Mahler, la letra con sangre entra

In Para reir by Pepógrafo / 31/01/2025 / 5 Comments

El padre Goicoechea, el Goico para los de la escolanía, fue un sacerdote de la Congregación de los Redentoristas. Compositor, director de coros, profesor, musicólogo. Una eminencia en su campo. Vivió 93 años. En la actualidad dirige los Coros Celestiales del Séptimo Cielo.

José María goicoechea , musicólogo
El padre Goicoechea ( Foto:Coral de Cámara de Navarra).

Pero, no es de su dilatada carrera profesional, plena de éxitos, de lo que quiero hablar. Vengo a contar y a cantar la Octava de Mahler.

Yo estrené en España La Octava Sinfonía de Gustav Mahler, la Sinfonía de los Mil, título que se explica por la siguiente suma:

Yo, obsérvese mi modestia, y otros noventa y nueve niños, y cuatrocientos intérpretes de los orfeones Pamplonés y Donostiarra, y ochenta músicos de la Orquesta Nacional de España y un director, Rafael Frühbeck de Burgos, que era de Burgos, y El Goico. Total: quinientos ochenta y dos intérpretes, de ahí el nombre: Sinfonía de los Mil.

Don José María Goicoeche Aizcorbe, en adelante el Goico, sabía todo de la música y de repartir hostias como panes.

A saber:

1.- Con la llave del coro en la cabeza
2.-Con la mano abierta
3.-Con la regla de madera
4.-Con pellizco de patillas. Modelo don Fortunato
5.-Y otras variantes no incluidas en este contrato

Y todo esto como tributo a Gustav Mahler.

El padre goicoechea dirigió a mahler
Gustav Mahler (Wikipedia)

Comenzaron los ensayos de la escolanía. Tras un escrutinio, quedamos veinte elegidos para mayor gloria de San Ignacio.

Después de la última clase de la tarde empezaba el ensayo:

!aaeiioaaaaaaa, aaaaaaeeeeeiiiiiiooooo. aaAAeIIIooAAAAA, AAAAAAEEEEIIIIOOOOAAAAAAA! (cántese en voz alta y vocalizando). Quince minutos de escalas, de aburrimiento y de irse la tarde por la ventana de la clase.

El reto era grande: teníamos que cantar en alemán y en latín. Teníamos doce o trece años y las hormonas frescas como lechugas, y en frente al Goico, que se quitaba la sotana con fuerza volcánica y en mangas de camisa nos gritaba: «¡Silencio a la una, silencio a las dos, silencio a las tres!». Pero el silencio no se producía a las tres. En ese momento, cabreado él, nos pidió una regla y yo, que estaba en la primera fila de pupitres, le ofrecí, inocente de mí, la regla de 60 centímetros nuevecita que había llevado ese día a clase.

La hizo trizas contra el pupitre. Se hizo el silencio y los centímetros rotos yacieron el resto del ensayo entre mis pies.

El sistema de aprendizaje no parece hoy muy ortodoxo, sin embargo ayer era lo corriente.

Pasaban las tardes y nuestro alemán y nuestro latín cada vez sonaban mejor, eso sí, ni idea de lo que cantábamos.

También aprendimos a no llevar reglas a los ensayos.

La bomba fétida

En uno de esos ensayos, Lafuente, de voz primera, tuvo la ocurrencia de tirar una bomba fétida. Curioso, el Goico la olió y el resto de Pamplona también. Los cánticos se detuvieron y comenzó la investigación. «¿Quién ha tirado esa bomba?», preguntó el padre. Silencio absoluto y hediondo. Tras unos minutos en los que el aire se cortaba, sin que apareciese el terrorista fétido, el Goico se sentó en una silla. Nos llamó uno a uno y nos dio sendas hostias como panes. Fin del ensayo por hoy.

Pero no todo era tan doloroso. Las voces sonaban mejor cada tarde y el alemán parecía nuestra segunda lengua, tras el latín.

Viajamos en autobús a Granada. Las casetes de chistes surcaron las carreteras de media España. Tras varios días de ensayos, yo y los otros quinientos ochenta y un intérpretes, estrenamos La Octava Sinfonía de Gustav Mahler.

Éxito arrollador. Felicitaciones al padre Goicoechea por su escolanía. Fotografía de todos los intérpretes a doble página central de la revista Blanco y Negro. Me busqué con una lupa y ni por esas.

De regreso a casa, escuchamos la grabación que el Goico había hecho con un radiocasete. Él estaba emocionado. Nosotros también.

Lo Que Captura La Mirada background image

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