Mi mujer se queja porque arrastro los pies al andar. Eso también se lo decía mi madre a mi padre. Afirma que es una falta de respeto, una señal de pereza, una manía insoportable. Que debería levantar los pies, que debería caminar con energía, que debería cuidar mi postura. Y yo no lo entiendo. ¿Qué tiene de malo arrastrar los pies? ¿Qué daño le hago a nadie? ¿No es una forma de ahorrar esfuerzo?.
Se queja por todo. Porque arrastro los pies por la casa, porque arrastro los pies por la calle, porque arrastro los pies por el trabajo, porque arrastro los pies por el supermercado, porque arrastro los pies por el cine, porque arrastro los pies por el restaurante, porque arrastro los pies por el parque, porque arrastro los pies por la cama… Y yo no me quejo. Yo acepto sus defectos, sus caprichos, y no me quejo de sus maratonianas jornadas ante la televisión, viendo corridas de toros, tumbada en el sofá con sus piernas encima de mi.
Ella dice que soy un desastre, que no tengo remedio, que soy un caso perdido. Que debería cambiar, que debería mejorar, que debería evolucionar. Pero yo no lo veo así. ¿Qué necesidad hay de cambiar? ¿Qué hay de malo en ser como soy? ¿No es mejor ser auténtico?
Se queja porque arrastro los pies al andar. Y yo no me quejo porque ella se queja. Es una situación absurda, una discusión ridícula, una tontería monumental.
Quiere que yo deje de arrastrar los pies, pero yo no pienso dejar de hacerlo. Dice que así no podemos seguir, pero yo digo que así estamos bien.
Ella dice que va a pedir el divorcio, pero yo digo que no hace falta. Dice que no me soporta, yo no digo nada. Ella dice que soy un idiota, pero yo digo que soy feliz.
1 comment
01/10/2023 at 21:03 —
Jajaja, se lo dedico a Cantero. Soy como tu mujer, no soporto su taconeo ni manera de arrastrar los pies