Pandemia
La pandemia me trajo muchas cosas como los Reyes Magos, pero sin carta. Me trajo cuatro vacunas, una moderna y otras impronunciables como la Pefffeferrrrr. También me trajo un bonito covid húngaro. Lo pillé en Budapests, aunque lo llevó en la maleta un amigo de viaje.
Aprendí a tocar palmas y a cantar la misma canción todos los días.
Supe lo que siente un hámster cuando corre en el rodillo e hice 323 bizcochos.
Argentinos
Pero todo eso no es nada comparado con lo de los argentinos. Los argentinos me enseñaron España y sin salir de casa.
Los antivacunas mantienen que con la inyección inoculaban en tu cuerpo una suerte de chip para mayor goce de Bill Gates. Esto es a todas luces una idiotez y, claro, yo no me lo creo. Sin embargo, hay un asunto que sí me tiene preocupado: mi adicción a los youtubers argentinos.
Todo empezó cuando mi dentista, que es argentino, me empastó el segundo premolar inferior izquierdo, una muela. Estoy seguro, que me ha instalado algún microchip tanguista. Desde entonces estoy enganchado al Youtube argento.
Me paso el día, y la noche, viendo a tipos como Merakio, Pastor Comunica, el Vikingo y toda la serie de argentinos que hablan y hablan en la red sobre… ¡España!.
Dan consejos de cómo vivir aquí, entrevistan a inmigrantes que les cuentan sus experiencias con los «gayegos». Y así aprendo que les resultan muy llamativas las aceras bien pavimentadas, los autobuses que llegan a su hora o que no se vean perros sueltos por la calle.
También se sorprenden por la limpieza de las ciudades, que la barra de pan tenga el mismo precio hoy y mañana, o que la policía no acepte sobornos
En fin, que me enseñan un país de fábula, en el que todo parece funcionar, y yo sin enterarme.
Inseguridad
Una de las razones que les impulsan a abandonar su Argentina es la inseguridad. Debe ser muy difícil convivir con asaltos, robos, hurtos y una delincuencia creciente. Dicen los youtubers que es maravilloso andar por las calles de aquí hablando por el “selular” sin que te lo roben, que no te asalten a punta de pistola por unas zapatillas.
En fin…en fin… Perdona que te deje a medias. Me acaba de llamar mi amigo Roberto que han entrado los ladrones en su bar y lo han desvalijado.