¿Por qué siempre hago lo mismo? ¿Por qué soy tan irreflexivo e impulsivo? ¿Siempre he de hacer lo contrario? Llevan días advirtiendo que la nevada será histórica, que la bajada de temperatura insoportable, que no salgamos de casa y a mí, que llevo meses sin moverme del piso, me entran unas irrefrenables ganas de coger el coche y lanzarme a la carretera.
Y aquí estoy. En medio de la nada, sin poder moverme. Dentro del vehículo, sin comida, sin agua y sin ropa de abrigo. Hasta he olvidado el móvil. Menos mal que la calefacción funciona y el depósito está lleno.
Ya no veo la carretera. He perdido la noción del tiempo. No sé desde cuándo estoy aquí. La nieve lo cubre todo, los limpiaparabrisas se han parado. Ya no dan abasto. Estoy sepultado. Mi coche se ha convertido en un iglú. Tengo que salir para evitar que el tubo de escape se llene de nieve, pero trato de abrir la puerta y está atascada. Si no lo consigo, desconectaré el motor. No puedo permitir que los gases pasen al interior, pero sin la climatización, moriré de frío.
Empiezo a sentir que es el final. Quiero dormir. Me siento muy cansado; el sueño me vence y los ojos se me cierran. Creo que el desenlace ha llegado. No me resisto. Al menos, descansaré.
¡Eh, eh, qué pasa! ¿Quién aporrea mi ventanilla? ¿Ya he llegado al cielo o al infierno? ¿Qué hace un guardia civil en el cielo/infierno? ¿Qué trata de decirme?. No le entiendo. Voy a bajar la ventanilla. Parece que me pregunta si me encuentro bien.
—¿Estoy muerto?
— No se preocupe, le vamos a sacar de aquí. Ya vienen mis compañeros para ayudarme y llevarle al hospital. Ha tenido suerte. Nos íbamos sin usted.
Desde niño se había caracterizado por su compromiso, su sensatez y su responsabilidad; cualidades a las que incorporaba un espíritu jaracarandoso, alegre, desenvuelto, ocurrente y jovial.
Estas peculiaridades marcaban su personalidad y le convertían en una persona cautivadora, seductora y admirable; con un halo de divinidad. Le costaba muy poco conseguir la atención de los demás. Era como un encantador: en cuanto hablaba, todos le seguían; nadie cuestionaba sus ocurrencias; nadie discutía sus acciones. Su entusiasmo era arrollador e irresistible.
Por eso, no vaciló cuando le propusieron ser candidato a la presidencia del gobierno. No reflexionó si era apto o no; si sus capacidades respondían a las necesidades de los ciudadanos; si sus competencias se encontraban a la altura de un estado en crisis; si él disponía de inteligencia, aptitud e idoneidad para gobernar.
Durante la campaña, empleó toda su artillería arrebatadora para encandilar a los votantes. Fue fácil. No fingía. Su campechanía y espontaneidad contribuían a maravillar y a fascinar a un electorado carente de incentivos, estímulos y acicates.
Ahora se encuentra sentado en un sillón, por cierto, lacerante, emplazado en un despacho frío, austero, desapacible e incómodo, y rodeado de personas que le han transformado en un títere, en un espantajo, un mequetrefe sin personalidad con el que maniobran a su antojo. Se sentía un impostor.
Alguien le preguntó a mi padre por sus hijos y él, orgulloso, contestó: «Tengo dos hijos médicos y el chico». El chico soy yo y juro que la descripción que hizo mi padre no me dejó traumatizado para toda la vida. Mi psicóloga dice que sí, pero mi psicóloga no conoció a mi padre.
Salvada la cuestión traumática, quiero contar para qué sirven los hermanos, primos, sobrinos médicos en la familia. Para nada. O mejor, para nada bueno. Algunos ejemplos:
Mientras son estudiantes, llenan la casa de huesos amarillentos que yo encontraba en un cajón. Que si una tibia, que si un peroné, que si un cráneo con cuatro dientes. Una vez apareció en casa la calavera de conejo con todos sus huesos escritos cual mapamundi de escuela. Ignoro si los médicos estudian conejos.
Huesos
Inundan la casa de librotes pesadísimos para darse importancia, supongo. Como consecuencia de la inflación libresca te pones a curiosear sus páginas. El resultado de la curiosidad no puede ser peor. Acabas teniendo todos los síntomas que lees en los puñeteros manuales.
Merece la pena contar una enfermedad que descubrí en esos libros y que pensé que yo padecía. El caso es que un día, mirando lo santos de aquellos manuales, me llamó la atención una fotografía en la que se veía un hombre, por la apariencia hindú, que usaba sus testículos como atril para escribir. Tenía unos huevos del tamaño de sendas sandías de regadío. Inmediatamente miré los míos y me pareció ver que diferían en tamaño uno del otro. El susto me dejó blanco y estuve semanas vigilando mis partes. Afortunadamente, todo quedó en falsa alarma.
Bien. Llega el día en que los dos hijos son médicos y el chico sigue siendo el chico. Los años pasan y de vez en cuando tienes alguna consulta médica que hacer. Y, ¿a quién vas a consultar? A tus hermanos. Hermano, me duele aquí. Eso no es nada. Hermana, me he saltado un ojo. Ponte manzanilla. Hermano, tengo un bultito. Trae el cuchillo que lo quitemos.
Al final intentas estar lo más sano que puedes con tal de no sufrir los fraternales diagnósticos.
Para ellos nunca tienes nada. ¡Menos mal que no soy el hindú del atril!.
Años de deseo y cuando me decido, la acedía anega mi voluntad. Esta abulia ya me pudo invadir en Madrid antes de partir porque ahora, una semana después, me encuentro en medio de la nada y sin decisión.
Bueno, lo de en medio de la nada es una forma de expresarse porque aquí lo que sí hay es mucha gente, mucho verde, muchas montañas, mucho campo y muchos monumentos
Lugares inigualables
Que sí que ya sé, que cada día atravieso por lugares inigualables, extraordinarios, pero que los veos y a mí me da igual ocho que ochenta. Oteo desde la colina y percibo la grandiosidad y la belleza de la naturaleza, pero me quedo como estoy. Que por mucho que cierre los ojos y me concentre (como hacen todos; no quiero salirme de la norma), no experimento la divinidad del paisaje. Vaya que siento lo mismo que cuando observo al viajero de enfrente en el metro: nada. Bueno, algo sí noto: cansancio porque ando todos los días 30 kilómetros cargado con una mochila de 10 kilos.
Tengo los pies destrozados, los hombros magullados, la ropa sucia y yo un poco mugriento. Pero lo peor llega al anochecer, en el albergue, cuando hay que socializar. Todos cuentan sus experiencias que, por cierto, son sublimes, soberbias e insuperables. Yo callo. Prefiero no mentir porque este viajecito está siendo un suplicio, una tortura. Llevo un cuaderno de viaje y no he escrito ni una palabra. Lo intento, pero no me sale nada. En algún momento de mi vida, extravié la sensibilidad, si es que la poseí alguna vez.
¿Existe alguna ley que especifique hasta que edad se puede adoptar un animal? Pues no lo sé, pero parece ser que si no está promulgada, los responsables del Refugio de San Jorge de Cáceres lo han hecho. Que por qué lo comento, pues porque desde hace semanas intento adoptar un gatito y parece que mi edad no les convence a la hora de optar por mi candidatura.
Norma
Las normas impuestas por esta institución parecen encaminadas a que ningún animal abandone esas instalaciones.Para situarnos, tengo 66 años y hasta hace 3 meses una gata, Raisa, que murió. Antes de comprar un gato, pensé en la adopción y me dirigí al refugio. En esa visita, ninguno de los felinos me interesaba (busco un minino de pocos meses). En ese instante, me explicaron las condiciones para la adopción y en ningún momento mencionaron que la edad fuera o no determinante.
Adopción
Hace unos días, revisando el muro de Facebook, descubrí a una gatita preciosa y decidí rellenar el cuestionario de solicitud de adopción; cuestionario que considero invasivo, puesto que hacen preguntas íntimas, pero como se trata de sus condiciones, lo rellené y lo envié por correo electrónico. Además, les hice otra visita, y aproveché para conocer a la gatita. Una voluntaria muy amable me la enseñó.
Edad
Dos días después, como no recibía contestación, volví a escribir para ver qué pasaba y en su correo descubrí que mi edad y mis respuestas escuetas (además de mi sinceridad al afear las preguntas) me invalidan como adoptante de un gato.
Nos hemos cruzado una serie de correos, por cierto, no sé con quién porque yo sí he dado mi nombre y apellidos, pero mi interlocutor del refugio se ha mantenido en el anonimato, que paso a reproducir para que juzguéis vosotros:
Correos
Mi primer correo: Buenas tardes, os mandé el cuestionario para la adopción de la gata Brati, me gustaría saber si habéis decidido sobre el asunto.
Contestación del refugio: Buenos días. En principio hay una persona con la que estamos hablando para ella
Mi respuesta: ¿Incumplo algún requisito del cuestionario que os envié?. Si es así, ¿puedo saber cuál?
Contestación del refugio: Pues con los pocos datos que da en el cuestionario,, sinceramente no lo se, no obstante cuando un animal recibe varios cuestionarios, tenemos en cuenta todo, Consideramos que con según que edad no es apropiado un cachorro, siento que considere invasivo el cuestionario y que le haya molestado tanto no ser el seleccionado, Por nuestra parte sentimos que haya tantos gatos en el refugio que nadie se fije en ellos, sólo por su edad o su color
Respuesta
Mi respuesta: Debe haber algún error. He revisado el cuestionario y están contestadas todas las preguntas excepto la referida al si vivo de alquiler, aprovecho para decirle que no. No me molesta en absoluto no ser seleccionado, desgraciadamente hay muchos gatos donde elegir. Aunque a usted, sí parece molestarle mucho mi opinión sobre su cuestionario. ¿Me está usted diciendo que no puedo adoptar un gato, por mi edad? ¿Cuál es la edad idónea, según usted, para adoptar un gato?Gracias, y mucha suerte a sus gatos.
Contestación del refugio: Igual no me he expresado bien,, aunque creo que ese no es el problema, en ningún momento he dicho que no estén contestadas las preguntas, solo he dicho que hay poca información en las respuestas
Tampoco he dicho que no pueda adoptar un gato por su edad, si usted vuelve a leerlo leerá que no damos cachorros cuando los adoptantes tienen cierta edad, contando que un gato puede tener una esperanza de vida de 16-17 años tranquilamente e incluso a veces más
En lo que si coincidimos es que lamentablemente hay muchos gatos fuera del refugio que usted puede coger y que espero nunca recibamos un correo como recibimos muchos casi a diario , que por su parte diga que ya por su edad no puede seguir cuidando de su gato
Que tenga un buen día
Conclusión
Y aquí se ha terminado nuestra conversación por correo electrónico, e intuyo, nuestra relación. Además, quiero resaltar la contradicción del refugio porque se me dice que no se discrimina por la edad para a continuación resalta que no dan cachorros a adoptantes de cierta edad (no sabemos cuál). Por no mencionar que me vaticinan que viviré 15 años, designio que estoy empeñado en no cumplir.
Tantos años detrás de las inmundicias humanas le habían convertido en una de ellas.
40 años persiguiendo la negrura del alma habían ensombrecido la suya. Hacia tiempo que no se reconocía. Hasta su vestimenta y sus actos delataban su oficio y la oscuridad de su corazón.
Durante muchos años, trató de abandonar ese tormento, pero la rutina le había convertido en un personaje de esa cochambre contra la que combatía.
Por el día, perseguía la infamia y la ignominia del hombre, y por la noche cometía truculentas, monstruosas y brutales acciones.
A la espera de que alguien pusiera fin a sus actos, todos los días al caer la oscuridad, cuando los ciudadanos disfrutaban del calor de la familia, liquidaba a algún desventurado solitario o despistado que se le cruzaba.
Lo bueno de tener un gato es que te calienta los pies, te consuela la tristeza, escucha tus conversaciones sin replicarte, te enseña tu lugar en el mundo, siempre un peldaño por debajo de él, y caza las moscas en verano.
Lo malo es que se muere sin pedir permiso y te deja más solo que la una.
Así, que pasado el luto, esto solo lo entenderán los muy gatunos, te pones a buscar otro minino que siga llenando la casa de pelos y que ocupe siempre tu sillón favorito demostrando quién manda aquí.
La tienda de animales
El primer impulso es ir a la tienda de animales más cercana y traerte el gato envuelto en celofán. Y vas, y el atento vendedor te pregunta si has hecho el curso formativo para la tenencia de animales de compañía. Primer problema. Luego te explica la variedad inmensa de bichos de cuatro patas con bigote. Segundo problema. Y, por último, te valora el gato a precio de carne de Wagyu. Último problema.
Sales de la tienda sin gato y con la sensación de traficar con esclavos felinos. Lo que te lleva a pensar en otras opciones para conseguir el animalejo; mucho mas solidarias y baratas, por cierto. Adoptar.
Con la idea de adoptar el gato te reconcilias con tu conciencia. Te sientes solidario, buena gente, salvador de vidas y generoso de narices. Buscas en internet protectoras de animales, perreras municipales, refugios y otras instituciones benéficas pro bichos vivientes.
Y entonces te enfrentas a un nuevo escollo del que no sabias nada. ¡EL CUESTIONARIO!.
Empiezas a rellenarlo. La primera parte pide tus datos personales: nombre, apellidos, dirección… Hasta ahí nada que no sea común. Pero cuando sigues leyendo empieza un interrogatorio que debe estar preparado por la CIA. Veintiocho preguntas que abarcan todos los ámbitos de la vida de uno. Salud, economía, trabajo, capacidad de gasto, convivencia familiar, etcétera. Creo que es el mismo cuestionario que se exige a los aspirantes a astronauta.
Tendemos a pensar, creo, que hacerse viejo es un lento proceso que empieza el día que nacemos. Vas paseando por la vida y con los años aparecen síntomas de envejecimiento que te van preparando para el día en el que al mirarte al espejo ves al otro lado un tipo que se parece a tu padre o a tu madre, y eres tú.
Imposible no saber que Shakira le ha dedicado un poema de amor a su ex Piqué. A la hora de escribir este post, el video de la canción contabiliza cuatrocientos cuarenta y tres millones de visualizaciones, dos más que Pepografo esta mañana.
Pues bien, rápidamente pensé: yo tuve un Casio. Y me puse a revolver toda la casa en busca del Santo Grial de los relojes. Mientras lo hacia, me regodeaba pensando en el pelotazo que iba a dar cuando lo mostrase cual trofeo olímpico. Es más, el dineral que me reportaría venderlo en Ebay, Wallapop o la mismísima casa de subastas Sotheby’s. Y lo encontré. Después de 40 años perdido, apareció el reloj; le puse una pila, y de pronto los numeritos surgieron hacia mí parpadeantes, como se despierta de la hibernación un oso pardo, supongo.
Pero al instante todas mis sueños se vinieron abajo: mi fortuna se desvaneció en el aire y los cimientos de Ebay, Wallapop y Sotheby’s temblaron. ¡Mi reloj no era un Casio. Era un Seiko!.
He mandado sendos email a Shakira y a Piqué; a la primera, por si puede cambiar la letra de su canción; y al segundo por si quiere un Seiko con la pila nueva.
La ruta senderista del Río Majaceite es una de las rutas más populares para hacer senderismo en la Sierra de Grazalema, en la provincia de Cádiz, España.
La ruta sigue el curso del río Majaceite y ofrece vistas preciosas de los paisajes naturales de la zona. El sendero tiene una longitud de unos 5 kilómetros y se puede hacer en unas 2 horas y media, depende del ritmo del paseante.
El sendero comienza en el pueblo de Benamahoma, y sigue el curso del río Majaceite a través de bosques de alcornoques, robles y encinas,
así como de algunos cortijos abandonados y antiguas fábricas de harina. También se pueden ver numerosas cascadas y pozas naturales de agua cristalina.
El sendero es de dificultad media y está bien señalizado en todo momento. Es una ruta muy recomendable para cualquier amante de la naturaleza que busque disfrutar de un día de senderismo en un entorno único y con mucho encanto
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