Para reir

07Mar

Temas de conversación, lo que quiera mi mujer

In Para reir by Pepógrafo / 07/03/2025 / 1 Comment

Soy de natural hablador. Me gusta la conversación sobre todo cuando estoy despierto. Las charlas con mis amigos se alargan durante horas y me producen agradables sensaciones, especialmente si en la discusión gano yo, claro.

Sin embargo, hace tiempo que vengo notando cierto aburrimiento conversacional. He reflexionado al respecto y llego a la conclusión que el problema es la repetición de las temáticas.

Años con los mismos asuntos te estancan, te adormecen y hacen que pierdas el interés por una buena polémica. Así que me impuse la obligación de buscar nuevos temas de conversación con mis amistades y, especialmente, con mi mujer. Lo de ella es más preocupante porque con tu mujer también conversas cuando estás dormido.

Buscando en la web , di con una página muy recomendable, en la que se describen hasta 60 temas de conversación. Dejo aquí unos cuantos:

.-Anécdotas de la infancia.

.-Historias de mascotas.

.-Viajes a otros continentes.

.-Hijos e hijas.

.- Trabajo.

.-Deportes.

.-Vacaciones, tecnología, amor, medicina, razas de perros… Y así hasta 60.

Repasando la lista, te das cuenta que no hace falta ser un Einstein para hablar sobre esos temas. Pero en referencia a mi esposa, sí hay una gran dificultad. Vaya por delante que mi mujer es buena conversadora y que hablamos mucho, pero también es cierto, que años de charlas te llevan a la repetición y a la languidez.

Mi mujer

Mi mujer es taurina, no aficionada, no, ¡apasionada!. Prefiero no saber si tiene que elegir entre los toros y yo (aunque lo imagino). Participa en tertulias, foros, charlas y cualquier cosa relacionada con la tauromaquia. Paga toda plataforma televisiva en la que se hable de toros. Ve las corridas en directo y luego las ve otra vez en diferido. Yo sufro mucho en ese caso porque así al torero lo cornean doblemente.

Sabido esto, y dado que otros asuntos iban bajando de interés, pensé en hablar con ella de las corridas, de toreros y hasta de monosabios, si se diera el caso; seguro que así volveríamos a tener bonitas conversaciones. Pero había un problema: hay que saber de toros, y mucho, si es para hablar con la diestra de mi esposa.

Ni corto ni perezoso, sino largo y diligente, compré una enciclopedia taurina y me la empollé durante un semestre. Para darle la sorpresa, estudiaba en el trastero al que iba con la excusa de arreglar la bicicleta.

Y llegó el gran día. En la tele transmitían la feria de San Isidro. La Doña se puso delante de la TV dispuesta a torear 6 hermosos toros de la acreditada ganadería de Vitorino Martín. Los diestros de la tierra: Talavante, Ferreras y Emilio de Justo.

Al sentarme a su lado me miró inquisidora: “¿qué haces aquí si esto no te gusta?”.

Vi la oportunidad de recobrar de un plumazo la energía perdida de nuestras conversaciones. Durante un par de minutos solté todos mis conocimientos del trastero, me brillaban los ojos con cada término taurino que salía por mi boca, parecía la puerta de chiqueros.

Mi mujer me miró asombrada: “¿Y tú de qué sabes esas cosas?”. Quise explicárselo, usé términos profesionales: negro zaino, porta gayola, corniveleto, astifino…

“Vale, luego me los cuentas que no me dejas ver la corrida”.

Y ahí terminó mi intento de abrirme a nuevas charlas.
Conclusión: forzando conversaciones, te devuelven el toro a los corrales. Con tu mujer es mejor que hables de lo que ella quiera.

05Mar

Eso a mi no me pasa. Cuando todos son tontos menos tú

Ayer me di un trompazo con la bici: mi dignidad por los suelos y la pierna en escabeche. Nada grave.

Pasado el susto, a lo que ayudó el cachondeito de mis colegas, me puse a pensar en todas las cosas que a uno no le pasan y que le pasan. Atentos:

.-Caerse de la bici: eso es de torpes, toma castañazo.

.- Que te engañe el banco: solo le pasa a los pardillos. Pues que pregunten por mi hipoteca.

.- Que te roben en casa: en la vida me han robado ni conozco a nadie que le pasara. Entraron los ladrones y sólo dejaron a la gata porque se escondió.

.- Ves en la carretera un coche averiado: piensas: «si es que no hacen mantenimiento». al rato tu flamante vehículo hace «chop, chop» y vas en grúa hasta Burgos.

.- Mi hijo no va de botellón, no prueba el alcohol: te llaman de urgencias que tienen allí a un joven que se ha bebido la destilería Dic (gente sin complejos) y que no hace más que llamar a su papá, yo.

.- Las redes sociales son una gilipollez: te metes en Facebook, Instagram, LinkedIn, Twitter, Telegram, Wassap. Vecinos y grupos de macramé. Pero eso sí, te muestras muy selectivo con tus amistades y acabas siendo amigo de 2.300 encantadoras ancianitas de las que no sabes nada.

.- Hay que ser tonto para dejarte caducar el carné: pues el carné de conducir, el DNI y hasta la ITV fuera de plazo.

Y hablando de carnés. Hace años, me saqué el de moto; yo con más de 50 años y el resto del mundo con 22. Los veía desde lo alto como si yo fuera el profe. El teórico a la primera. Consolé a alguno con palabras de ánimo no pasa nada. El práctico a la séptima. Me miraban con cara de pobre viejo no lo sacará nunca.

._ La amistad no es eterna: te cuentan que un amigo de López, uña y carne con López, le ha dejando de hablar después de 30 años. «Si es que López es un inocente, como no se ha dado cuenta que lo de su amigo era puro interés», dices tú. Pero te pones a pensar y caes que a ti te pasó lo mismo que a López.

.- Conclusión: A ti te sucede de todo, como al resto del mundo. Te caes de la bici, te roban, te tima el banco y se te olvidan los plazos. Y a veces, algún «amigo» se quita la careta y te deja colgado, así es la vida.

26Feb

Inglés negro

In Para reir by Pepógrafo / 26/02/2025 / No Comments
He estudiado seis idiomas. ¡Impresionante, eh¡. A saber: latín, griego, francés, catalán, Inglés y alemán. He estudiando seis idiomas y no sé ninguno.
Nueva York

He estudiado seis idiomas. ¡Impresionante, eh¡. A saber: latín, griego, francés, catalán, Inglés y alemán. He estudiando seis idiomas y no sé ninguno.

Aunque, no es cierto del todo. Viajando por el mundo me he dado cuenta de que algo sé: inglés negro, pero luego escribo sobre eso.

Para empezar el latín. 3 años de estudios para hacer la siguiente traducción: «Caesar missit naves in porto Ostiae (César envió sus naves al puerto de Ostia)» por «César envió sus naves de una hostia al puerto».

Del griego: «Κάλλια στον τόπο σου γυμνός, παρά στα ξένα στολισμένος». Ni idea. Aprendí que mi reloj es un omega, como la letra griega.

Del francés se me quedó algo. Omelette, Citroën, baguette y Royaume Uni dix points, del Festival de Eurovisión.

Es verdad que en París me suelto cual gabacho y pido las cosas en francés, aunque por razones desconocidas me responden en español, con todas sus variantes, andaluz, murciano, extremeño, etcétera. «S’il vous plaît, mettez-moi trois bières» y el tipo me lanza un «marchandooo».

Inglés

En catalán he llevado a mis sobrinos a la puerta de la «escola» y me he vuelto corriendo.

De las clases de alemán sólo recuerdo al profesor, Kurt Spang. Hablaba muy mal español, aunque eso daba igual; en alemán tampoco le entendí nada.

Viena

Y llegamos al inglés, al inglés negro concretamente. Mis amigos se empeñan en creer que manejo el idioma como las botellas de cerveza y se encomiendan a mis traducciones con la fe del carbonero, (para los de la Logse, fe ciega). Ejemplo: llegamos al hotel de Viena, pongamos por caso, y todos se agolpan detrás de mí; me empujan literalmente para que pida las habitaciones. Yo pongo cara de doctor Watson, pido seven rooms y espero impávido. El recepcionista me lanza una parrafada de la que entiendo el principio y el final, pero me da las llaves y yo, triunfante cual Nelson, las entrego a mis amigos, quienes me halagan con comentarios del tipo «si no hablas inglés es porque no quieres, capullo». Bendita sea su inocencia.

El inglés negro lo descubrí en Nueva York. Íbamos mi mujer y yo ligeramente perdidos por la city. Ella sí habla inglés; es más, tiene pinta de guiri. Harto de estar siempre tras sus traducciones y como muestra de mi independencia lingüística y vital, me dirigí a un negro de 1,97 centímetros y 120 kilos, y le pregunté : «Five Avenue, please?». El hombre me miró desde su 1,97 centímetros y me contestó obsequioso en español: «Está usted en ella».

La mirada de mi mujer no fue obsequiosa, mas bien burlona y divertida. Va y me suelta: «No se dice five, se dice fifth.

Ella sólo habla inglés normativo. El mío es inglés negro del bueno, aprendido en los discos de vinilo.

25Feb

No soy racista, pero…

In Para reir by Pepógrafo / 25/02/2025 / No Comments
Lo más parecido a un «pero»

El borrador universal es una herramienta de uso extendido que sirve para mantener una postura y, sin despeinarse, darle la vuelta como un calcetín.

Vaya por delante que el invento no es mío. Me lo enseñó mi psicóloga en una de esas sesiones en las que ella toma notas en su portátil y yo hablo de traumas infantiles como, por ejemplo, mi odio al chocolate terroso.

El borrador universal es la conjunción pero.

Según el diccionario, pero «es el enlace que une dos oraciones cuyos significados se contraponen. Ejemplo: es guapo, pero antipático».

Sin embargo, yo creo que el «pero» resulta un arma de destrucción masiva y si no, veamos ejemplos de frases reales con pero.

.- No soy racista, pero es verdad que los gitanos son muy especiales.(borrador universal)

.-Yo no digo que los parados no quieran trabajar, pero hay muchos que viven muy bien en el paro.

.-Respeto a los gays, pero podían ser más discretos.

.-No se debe pegar a los niños, pero a veces una buena hostia les viene bien.

.-Te quiero mucho, pero también a la vecina.

Y así podría escribir un libro de peros, pero hoy no tengo ganas.(borrador universal)

23Feb

Todos los argentinos viven en YouTube

In Para reir by Pepógrafo / 23/02/2025 / 1 Comment
El Danubio en Budapest

La pandemia me trajo muchas cosas como los Reyes Magos, pero sin carta. Me trajo cuatro vacunas, una moderna y otras impronunciables como la Pefffeferrrrr. También me trajo un bonito covid húngaro. Lo pillé en Budapests, aunque lo llevó en la maleta un amigo de viaje.

Aprendí a tocar palmas y a cantar la misma canción todos los días.

Supe lo que siente un hámster cuando corre en el rodillo e hice 323 bizcochos.

Argentinos

Pero todo eso no es nada comparado con lo de los argentinos. Los argentinos me enseñaron España y sin salir de casa.

Los antivacunas mantienen que con la inyección inoculaban en tu cuerpo una suerte de chip para mayor goce de Bill Gates. Esto es a todas luces una idiotez y, claro, yo no me lo creo. Sin embargo, hay un asunto que sí me tiene preocupado: mi adicción a los youtubers argentinos.

Todo empezó cuando mi dentista, que es argentino, me empastó el segundo premolar inferior izquierdo, una muela. Estoy seguro, que me ha instalado algún microchip tanguista. Desde entonces estoy enganchado al Youtube argento.

Me paso el día, y la noche, viendo a tipos como Walter Aniston, Pastor Comunica, el Vikingo y toda la serie de argentinos que hablan y hablan en la red sobre… ¡España!.

Dan consejos de cómo vivir aquí, entrevistan a inmigrantes que les cuentan sus experiencias con los «gayegos». Y así aprendo que les resultan muy llamativas las aceras bien pavimentadas, los autobuses que llegan a su hora o que no se vean perros sueltos por la calle.

También se sorprenden por la limpieza de las ciudades, que la barra de pan tenga el mismo precio hoy y mañana, o que la policía no acepte sobornos

En fin, que me enseñan un país de fábula, en el que todo parece funcionar, y yo sin enterarme.

Inseguridad

Una de las razones que les impulsan a abandonar su Argentina es la inseguridad. Debe ser muy difícil convivir con asaltos, robos, hurtos y una delincuencia creciente. Dicen los youtubers que es maravilloso andar por las calles de aquí hablando por el “selular” sin que te lo roben, que no te asalten a punta de pistola por unas zapatillas.

En fin…en fin… Perdona que te deje a medias. Me acaba de llamar mi amigo Roberto que han entrado los ladrones en su bar y lo han desvalijado.

21Feb

Lo que hubieras hecho antes de morirte

In Para reir by Pepógrafo / 21/02/2025 / No Comments
Lo que hubieras hecho antes de morirte, hay un libro que siempre cito
Cementerio gallego

Hay un libro, que cito con relativa frecuencia, y no he leído; bueno, más de uno. Cuando me refiero a él, pongo cara trascendente y digo: «Una enfermera australiana de paliativos ha escrito un libro en el que recoge las últimas reflexiones de las personas que van a morir».

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17Feb

Hacer el ridículo, el arte de meter la pata

In Para reir by Pepógrafo / 17/02/2025 / 4 Comments

«Y quien esté libre de ridículo que tire la primera piedra» (San Juan a los Afásicos)

La de la foto no es mi hermana

Hacer el ridículo es un derecho humano recogido en la Declaración Universal.

Yo lo hago con relativa frecuencia, aunque es verdad que sus efectos, con el paso del tiempo, son menos dolorosos.

Por no ser pesado voy a contar dos o tres, o cuatro, situaciones ridículas en las que he sido protagonista.

La boda

1.- La boda de mi hermana. Para tal evento me compré, yo solito, un traje de color café, con poca leche, que incluía chaleco de 30 botones, pantalón campana de la catedral de Burgos, camisa indescriptible y una corbata con el nudo más grande que mi cabeza.

Al verme en la ceremonia, me confundieron con el cantante de la orquesta Los Hermanos Brother Blues Band, que amenizó el baile hasta que mis zapatos de punta fina me deshicieron los dedos de los pies.

Ojos verdes

2.- Estando sentado con Luis, en la terraza del Iruña, veo que una chica de ojos verdes, morena de pelo y piel me mira con ojos golosos. Le digo a Luis, «aquí hay tema». La de los ojos verdes me sonríe, se levanta y viene hacia mí. Yo pierdo el aplomo y el equilibrio al incorporarme pare recibirla como merece.

La chica pasa a mi lado, huele a promesa de amor (vaya frase ridícula). Y cuando parece que se va a arrojar en mis brazos, hace un quiebro y le planta un beso de cine al tipo de la mesa de al lado, que no era más guapo que yo, pero que al parecer era el novio.

El Billete

3.- Siempre voy con el billete en al mano cuando ocupo mi asiento en el tren. Me aprendo el número de asiento, la ventanilla, el pasillo, y todos los datos para no equivocarme. En un viaje a Aranjuez dos mujeres mayores que iban a El Escorial le rogaban al revisor que las dejara bajar ya, no porque fueran en dirección contraria a su destino, sino por lo ridículas que se verían antes sus maridos.

Tren viejo

Yo me reía para mis adentro con la escena y en esto se planta a mi lado otra mujer que, con el billete en mano, me dice que su asiento es el que yo ocupo. Con cierto tono de suficiencia le explico que mi sito se corresponde con el billete, el 6D. Ella me enseña el mismo 6D. Despotricando contra Renfe por vender el mismo asiento a dos pasajeros, llamo al revisor(a), le enseño el billete conteniendo mi cabreo contra la inepta compañía y me dice: «Este 6D se encuentra cuatro vagones atrás».

Tierra trágame. Cojo la maleta, que casi me da en la cabeza, y me arrastro por el vagón mientras 99 ojos, viajaba un tuerto, se reían a mis espaldas.

Conclusión: todo podemos hacer el ridículo y si no que se lo pregunten al señor Tamames.

15Feb

El psicólogo quiere podar mis neuronas

In Para reir by Pepógrafo / 15/02/2025 / 6 Comments

Mi psicóloga me ha recomendado escribir a mano para «podar las neuronas». Yo, escéptico sobre el poder curativo de la psicología, pensaba que en realidad su labor era directamente heredera del padre Abrahán, el cura que me confesó antes de la primera comunión.

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14Feb

Arte y ensayo, el cine militante y coñazo de los años 70

In Para reir by Pepógrafo / 14/02/2025 / 1 Comment
El cine de arte y ensayo en los años 70
Filmoteca Española

Mucho se ha escrito, y se seguirá escribiendo, sobre la lucha antifranquista en los años 70 y anteriores. La lucha sindical de CCOO, la del PCE, ORT, PT, PCR y hasta la del PSOE. Los movimientos estudiantiles, la iglesia de Tarancón al paredón y muchas personas anónimas que contribuyeron a que la dictadura deviniese en dictablanda y muriese de tromboflebitis.

Pero nada se ha contado de todos aquellos, como yo mismo, se jugaron la vida por la democracia en los cines de arte y ensayo.

El Cine

Y eso sí que era jugarse la vida. A media tarde en el cine Aitor comprabas la entrada con cierto aire clandestino. Solíamos ser gente barbada, con chaquetones de botón en forma de diente de hueso de jabalí, las trencas. Ellas con faldas hasta los pies, como las de mi abuela.

Veías películas en blanco y negro; a menudo en versión original; a menudo checoslovacas, húngaras, holandesas, japonesas, mientras el resto del mundo se partía el culo con Paco Martínez Soria y compañía.

Nosotros, militantes antifranquistas, manteníamos la lucha democrática viendo Ingmar Bergman, sólo para entendidos.

Buñuel

Y Buñuel sentaba a los comensales alrededor de una mesa, sobre sendos inodoros, y departían educadamente mientras hacían aguas mayores. A la salida del cine comentábamos la escena buscando el significado político de hacer caca en el comedor.

Y así pasaron por nuestras retinas películas magníficas como Amarcord y otras imposibles de ver, pronunciar y recordar

El Nodo

En bastantes casos echabas de menos el NODO. En las salas de arte y ensayo no se ponía y, a veces, ver a Franco inaugurando pantanos era más entretenido que el drama ruso proyectado.

Pudiera parecer este un ejercicio nostálgico, nada más lejos. Es una petición a las autoridades para que se nos reconozca el mérito y la contribución a la sociedad actual, que gracias a nosotros se ve libre del arte y ensayo y puede disfrutar del cine sin necesidad de romperse la cabeza.

13Feb

La carta de ajuste, la televisón sin colores

La carta de ajuste

Todo empezó cuando mis padres compraron aquella televisión Schneider de 21 pulgadas. Lo primero que hizo el técnico instalador fue afinarla con la carta de ajuste. Aquella misteriosa carta era el dibujo de un círculo que contenía toda clase de figuras geométricas y tonos de grises. El técnico, con aire doctoral, ajustó aquello y yo me quedé mirándola como si fuera la puerta del paraíso televisivo. Cuando terminó su trabajo, nos miró desde la superioridad de sus tecnoconocimientos y dijo: «Ya está, ahora solo falta que empiece la emisión».

14.05

Debía ser sobre la una del mediodía y hasta las dos no empezaba la programación televisiva. Allí estuve una hora mirando el circulito como un pasmarote hasta que a las 14.05 arrancó el programa que con ese mismo nombre iniciaba la emisión.

El televisor presidía la sala de estar desde la altura de su mesa rodante. Vino para quedarse y metió en casa el mundo blanco y negro, los anuncios de sábanas Walf, con cuatro puntos de ajuste, las estufas catalíticas y hasta las acciones de Telefónica, que parecían tus primas del pueblo, las Matildes.

UHF

Teníamos dos canales, el uno y el UHF. Este era sólo para iniciados. Verlo era un ejercicio de militancia casi religiosa. Daba prestigio y cierto halo de exclusividad. Ultra High Frequency, ¡quién puede resistirse a eso!.

Felix Rodríguez de la Fuente. «La Televisión en España 1949-1995» de Lorenzo Díaz

Y así, carta de ajuste tras carta de ajuste fueron pasando los años. Llegó el color y los anuncios de Terry con una amazona sobre una jaca trotando por la playa, que levantaba a los muertos. Y el mítico gel Fa, cuya imagen de la chica en la ducha soliviantó a los internados de curas de todo el país.

No había mucho donde escoger, pero le poníamos ganas y los documentales de la fauna ibérica arrasaban.

400 canales

Y llegamos a hoy. El tiempo vuela. Ya no tengo televisión en su mesita rodante y la carta de ajuste desapareció hace siglos. Tengo unos 400 canales, 8 plataformas, más YouTube, Spotify y otras virguerías. Puedo hablar con la tele y preguntarle si lloverá mañana, incluso llamo a mis pobres amigos por videoconferencia; más de una vez los cojo en calzoncillos.
Con todo eso, muchas noches no sé qué ver y, como ahora mismo, apago el aparato y me pongo a escribir sobre el UHF, que sigue dando prestigio y hasta exclusividad.

Lo Que Captura La Mirada background image

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