Soy de natural hablador. Me gusta la conversación sobre todo cuando estoy despierto. Las charlas con mis amigos se alargan durante horas y me producen agradables sensaciones, especialmente si en la discusión gano yo, claro.
Sin embargo, hace tiempo que vengo notando cierto aburrimiento conversacional. He reflexionado al respecto y llego a la conclusión que el problema es la repetición de las temáticas.
Años con los mismos asuntos te estancan, te adormecen y hacen que pierdas el interés por una buena polémica. Así que me impuse la obligación de buscar nuevos temas de conversación con mis amistades y, especialmente, con mi mujer. Lo de ella es más preocupante porque con tu mujer también conversas cuando estás dormido.
Buscando en la web , di con una página muy recomendable, en la que se describen hasta 60 temas de conversación. Dejo aquí unos cuantos:
.-Anécdotas de la infancia.
.-Historias de mascotas.
.-Viajes a otros continentes.
.-Hijos e hijas.
.- Trabajo.
.-Deportes.
.-Vacaciones, tecnología, amor, medicina, razas de perros… Y así hasta 60.
Repasando la lista, te das cuenta que no hace falta ser un Einstein para hablar sobre esos temas. Pero en referencia a mi esposa, sí hay una gran dificultad. Vaya por delante que mi mujer es buena conversadora y que hablamos mucho, pero también es cierto, que años de charlas te llevan a la repetición y a la languidez.
Mi mujer
Mi mujer es taurina, no aficionada, no, ¡apasionada!. Prefiero no saber si tiene que elegir entre los toros y yo (aunque lo imagino). Participa en tertulias, foros, charlas y cualquier cosa relacionada con la tauromaquia. Paga toda plataforma televisiva en la que se hable de toros. Ve las corridas en directo y luego las ve otra vez en diferido. Yo sufro mucho en ese caso porque así al torero lo cornean doblemente.
Sabido esto, y dado que otros asuntos iban bajando de interés, pensé en hablar con ella de las corridas, de toreros y hasta de monosabios, si se diera el caso; seguro que así volveríamos a tener bonitas conversaciones. Pero había un problema: hay que saber de toros, y mucho, si es para hablar con la diestra de mi esposa.
Ni corto ni perezoso, sino largo y diligente, compré una enciclopedia taurina y me la empollé durante un semestre. Para darle la sorpresa, estudiaba en el trastero al que iba con la excusa de arreglar la bicicleta.
Y llegó el gran día. En la tele transmitían la feria de San Isidro. La Doña se puso delante de la TV dispuesta a torear 6 hermosos toros de la acreditada ganadería de Vitorino Martín. Los diestros de la tierra: Talavante, Ferreras y Emilio de Justo.
Al sentarme a su lado me miró inquisidora: “¿qué haces aquí si esto no te gusta?”.
Vi la oportunidad de recobrar de un plumazo la energía perdida de nuestras conversaciones. Durante un par de minutos solté todos mis conocimientos del trastero, me brillaban los ojos con cada término taurino que salía por mi boca, parecía la puerta de chiqueros.
Mi mujer me miró asombrada: “¿Y tú de qué sabes esas cosas?”. Quise explicárselo, usé términos profesionales: negro zaino, porta gayola, corniveleto, astifino…
“Vale, luego me los cuentas que no me dejas ver la corrida”.
Y ahí terminó mi intento de abrirme a nuevas charlas.
Conclusión: forzando conversaciones, te devuelven el toro a los corrales. Con tu mujer es mejor que hables de lo que ella quiera.
1 comments
14/04/2023 at 23:24 —
Normalmente tu mujer te hablará cuando ella quiera y también cuando tú no quieras…..