No es por dinero

En la penumbra de una habitación vacía, sus ojos se posaron en el reloj de pared. Las manecillas avanzaban lentas como el calor instalado en la tarde interminable. El silencio era abrumador, solo interrumpido por el repique de sus pensamientos.

«No es por dinero», susurró, como si esas palabras pudieran conjurar la realidad. Pero la verdad se aferraba a su corazón como un abrazo incómodo, opresor. El dinero, o más bien su falta, había sido el hilo conductor de su vida. Siempre persiguiendo, siempre anhelando, siempre insatisfecho.

Recordó los días de infancia. Su madre, con su cantinela de no puede ser. Pero él no entendía. Quería más. Quería los juguetes de sus amigos, las botas de cuero, una bici solo para él.

La adolescencia llegó con sus promesas y desilusiones. El dinero se convirtió en su obsesión. Estudió duro, se esforzó, subió la escalera de la ambición. Pero cada logro, cada cheque, solo dejaba un vacío más profundo. No era suficiente. Nunca lo era.

Y luego, el amor. Conoció a Carmen en una tarde de sol al rojo vivo, de calor interminable. Sus ojos brillaban como estrellas y su risa era música para su alma. Se amaron, soñaron juntos, construyeron una casa. Pero el dinero siempre estaba allí, nunca estaba allí, acechando en las sombras. Las discusiones se volvieron frecuentes, las miradas cargadas de reproche…

«No es por dinero«, repetía Carmen mientras hacia la maleta. Pero ella no podía más. El amor no podía llenar los huecos que el dinero había creado.

Ahora, solo en esa habitación vacía, miraba el reloj. El tiempo se agotaba. Las lágrimas brotaron amargas. No era por dinero, pero el dinero lo había robado todo. La felicidad, la paz, el amor.

Quizás, en algún lugar, había un rincón donde el dinero no tenía poder. Donde las almas podían respirar sin la opresión de las cuentas bancarias y las deudas. Pero él no lo encontraría. No en esta vida.

«No es por dinero», murmuró una última vez, mientras el calor interminable le cerraba los ojos y dejaba que la oscuridad lo envolviera. Pero el eco de esas palabras resonaría para siempre en su alma rota. Porque, al final, sí lo era. Siempre lo había sido.

Y sonó un disparo como un cañón.

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2 comments

  1. Davinia
    02/04/2024 at 08:11 — Responder

    Cuando cambiemos de mentalidad y descubramos que hay vida, más allá de lo que podamos comprar con dinero, descubriremos que una vida feliz va más allá de los bienes materiales.
    Se necesita muy poco para ser realmente rico en la vida.

  2. Maiyo
    04/04/2024 at 18:47 — Responder

    Me ha recordado unos inicios en la casa de la cultura de un pueblo cualquiera, , no hablo del dinero sino del relato.

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